Sería imposible esconder un negocio de esa dimensión, magnitud y regularidad sin el conocimiento de una pléyade de actores, públicos y privados.
Pero también está la trágica explosión de una pipa de gas licuado que tuvo un percance y se volcó, derramando su peligrosa carga y provocando muertes, heridos y pánico en la ciudadanía. Reflota la imagen de la explosión de San Juanico, allá en 1984. Se habla de un bache que provocó la volcadura del camión y su carga. El gobierno rápidamente aclaró que no era un bache y que el vehículo avanzaba a toda velocidad. Cierta o no cualesquiera de las versiones, el incidente también habla mal sobre un gobierno que, al parecer, no tiene la autoridad necesaria para obligar a la correcta conducción de negocios que manejan productos peligrosos o altamente inflamables.
La prensa captó el momento en que, en una carrera de discapacitados, un contendiente extranjero cayó en un bache, se precipitó al piso y fue descalificado. El gobierno rápidamente aclaró que no era un bache, sino una tapa mal colocada sobre un drenaje. ¿Realmente importa, finalmente, si fue un bache o una tapa mal colocada? El hecho es que un contendiente de una carrera en silla de ruedas fue descalificado por ese defecto en la vía pública.
La tragedia en la Ciudad de México es la misma que azota al sistema de salud o de educación en México. La corrupción está carcomiendo los cimientos de las instituciones del Estado mexicano. No hay dinero que alcance para tapar baches, ni atender a los enfermos ni educar adecuadamente a los estudiantes de la República.
Ante la andanada de malas noticias para el gobierno, involucrando a miembros centrales del régimen en actos arteros de corrupción, y señalando al anterior gobierno como cómplice de esos muchos hechos, negocios y diseños institucionales de desvío de recursos, el actual gobierno ha buscado desviar la atención hacia otros fenómenos.
Con tantas malas noticias sobre la corrupción, iniciada en el sexenio de AMLO, la Presidenta intentó, infructuosamente, culpar a Calderón y Peña Nieto. Ante la desastrosa administración del sexenio pasado en el sector energético, especialmente en PEMEX y la construcción de la refinería de Dos Bocas, dijo que era culpa de la “maldita deuda corrupta” de esos dos sexenios.
Como robot, Luisa Alcalde, presidente de Morena, repitió la misma frase sobre la “deuda corrupta maldita” de PEMEX. Ninguna de ellas se atrevió a dar las cifras exactas sobre el origen de la pesada deuda de la empresa petrolera más endeudada del mundo. Entre AMLO y Sheinbaum incrementaron el endeudamiento de la empresa en 2 billones de pesos más que Peña Nieto y en 2,7 billones más que Calderón. Y sin resolver la desastrosa situación financiera de la empresa.
La frase “la maldita deuda corrupta” es simplemente una cortina de humo para encubrir su propio fracaso en la administración económica de PEMEX y CFE. Son gobernantes que no asumen con honestidad la verdadera situación. Viven detrás de cortinas de humo que, como todas esas cortinas, se esparcen con el tiempo y queda solamente la desnudez del fracaso.
Empiezan a explotar bombas y bombitas por todo el territorio nacional. El tema del huachicol apenas empieza. Es tan gigantesco el caudal de dinero repartido que es imposible saber hasta dónde llegará la pista del dinero. Por lo pronto queda en firme la lapidaria frase de AMLO cuando aseguró que todo gran negocio en México tiene el conocimiento y aprobación del Presidente de la República. ¿Sabía el Presidente López Obrador del gigantesco fraude en las aduanas, ocurriendo bajo su mando? ¿Digo, aparte de Segalmex y otros?
Hay morenistas de alto nivel que aseguran que el embarque de petróleo reportado en marzo, como la primera señal de que algo andaba mal, era un negocio con el conocimiento y aprobación de Andy. ¿Será cierta su afirmación, o son pugnas internas en Morena? Afirman que es fuego interno, pero con conocimiento de causa.
Todo apunta a que grandes grupos de funcionarios y empresarios estaban al tanto de esos movimientos. Muchos de ellos ligados, de una u otra manera, con Morena-Tabasco. La podredumbre que mezcla gobierno con partido y crimen organizado empieza a salir a flote.
Está mancillada, quizá sin remedio fácil, la reputación de la Marina Armada de México. Suena, por cierto, a una pugna entre la Marina y el Ejército. Son dos instituciones del Estado mexicano, pero han tenido, y siguen teniendo, fuertes fricciones entre ellas. Y en la sociedad representan a bandos distintos. No se sorprendan si empiezan a surgir denuncias iguales, o peores, contra elementos del Ejército, de los mandos que respondieron a AMLO, y algunos actuales.
La estrategia de AMLO siempre fue corromper a las Fuerzas Armadas para controlarlas a su antojo. Les dio acceso a negocios y riquezas nunca imaginadas, bajo el concepto de “seguridad nacional”. Esto les permitió no responder a requerimientos de transparencia o rendición de cuentas al Congreso de la Unión, y menos a la sociedad mexicana.
Los nuevos ricos de Morena se llevan cómodamente con los nuevos ricos de las Fuerzas Armadas. Pero cuando la corrupción de unos se destapa, y se percibe como “fuego amigo”, entonces se puede anticipar que inicia una era de delaciones, traiciones, intentos de encubrimientos, espionajes diversos y denuncias públicas. La guerra interna ha comenzado.
Ya atraparon al jefe de la “Barredora” en Paraguay. ¿Qué dirá y qué revelará, en su defensa? O ¿también deberá morir? Porque estamos en tiempos de mafias reactivas y violentas que no sabíamos, siquiera, que existían. Todo análisis del mundo criminal en México tiene que empezar de nuevo. Morena ha transformado y movido el tablero de los grupos criminales preponderantes, incentivando nuevos cárteles, alianzas y mafias.
¿Deberemos empezar a olvidarnos del Cártel de Sinaloa y no descartar, pero tampoco centrar la atención en el CJNG? Morena se comporta, creciente, como una mafia propia. Miles de millones de pesos, por no decir billones de pesos, han pasado por las manos de operadores y líderes de Morena, con su conocimiento y aval. La voracidad del nuevo régimen y sus tripulantes no deja de asombrar. En un sólo sexenio se instaló en México una nueva camada de ricos, mafiosos y militares decididos a repetir en el poder. El ciclo sexenal ya no les satisface. Para consolidar sus impetus, requieren de más tiempo.
Por ello, el llamado “segundo piso” de la transformación es, en realidad, continuismo, no renovación ni otro plan. Es el plan trazado por AMLO. La idea central es no ceder el poder a un esquema de alternancia democrática. Para ellos, eso se acabó. De ahí la reforma electoral.
Representa una nueva burguesía emergente y un nuevo bloque gobernante, donde se encuentran en alianza, aunque sea incómodamente, militares, criminales, empresarios y políticos. La guerra por el botín llamado México promete ser cruel, violenta y despiadada.
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Fuente: HERALDO DE MEXICO.
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