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Corrupción sin fin…
Noticia publicada a
las 02:42 am 24/08/25
Por: Rogelio Martínez Huerta.
Sin llegar a la mecánica cuántica, hemos viajado al pasado y llegamos a los años 1968, 1969 y 1970. Cuando los poderes presidenciales eran manejados por un agente de la CIA, Gustavo Díaz Ordaz, asesino de los estudiantes universitarios que se manifestaron en la plaza de Tlatelolco una tarde inolvidable para la izquierda a la que acusaron de ser comunista y fue perseguida hasta encarcelar líderes, gente del pueblo, periodistas y escritores.
Gustavo, Mac artista perseguidor, ocupó el pretexto de las Olimpiadas del 68 para cometer un crimen más del sistema político. Servidor de los imperialistas de Washington, (que llegaron hasta el genocidio para borrar a cañonazos el gobierno de Salvador Allende, primer presidente de tendencia socialista que llegó al poder en Chile, contando con el voto del pueblo que se manifestó en favor de Unidad Popular en el año de 1970), persiguió al estudiantado mexicano, lo metió a la cárcel y se cometió un crimen más de tantos que han existido.
¿Qué se repite para con el régimen de López Obrador a más de cuarenta y siete años del diazordasismo? En primer término, la cantidad de crímenes, pero ahora cometidos por la narcopolítica con la que AMLO negoció apoyos y pago de campañas, pasando por alto que ahí no se juega, porque ellos se quiebran la vida cada vez que actúan.
Es claro que todo se trata de llevar por todas las vías, droga a los adictos de Estados Unidos, mismos que cada vez que regresan de la guerra en ultramar, ya vienen contaminados por el uso de enervantes que se utilizan para combatir la soledad, el temor, la depresión y sobre todo, los riesgos de algunas heridas leves o dolorosas.
Toda esta clientela cautiva es la que necesita satisfacer el gobierno de Estados Unidos a fortiori; porque de no hacerlo, la locura de la necesidad se manifestará de variadas formas en contra de la sociedad estadunidense. Siendo ese el temor y el negocio de los presidentes y los gobiernos de cada cuatrienio en la tierra del Tío Sam.
Es insoslayable que, los gobiernos de México, Honduras y Venezuela, tienen que ser parte del negocio, porque dejando pasar la droga, todo se simplifica. Lo más grave es que el ambicioso Donald Trump, llegaría a ser el hombre más rico del mundo si se hace dueño del reparto en los Estados Unidos. Donde cuarenta y tres millones de “clientes” esperan ansiosos su medicamento que cada día será más caro. Porque el superávit ha entrado in crescendo con la persecución de Trump para su desgracia política. Muy independientemente que todo es negocio para el capitalismo, incluyendo el crimen que se acostumbra en la compraventa.
Con la comisión de los delitos al apoyar el paso de la droga, México entró en un proceso histórico; de ahí proviene la causa de tanta muerte en un sexenio que no se detendrá hasta que los halcones de la guerra, satisfagan su hambre de dinero, poder y seguridad. Porque el consumo no se detendrá, todo lo contrario, crecerá más conforme pasen los años, controlen al gobierno de México y consumir droga sea algo tan elemental, como tomar alcohol en cualquier cantina de barriada. Incluyendo la venta, hasta en los grandes cabarets de las capitales. Tal es la maldición futura… Es cuanto...