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Fidel…
Noticia publicada a
las 02:29 am 03/05/25
Por: Rogelio Martínez Huerta.
Falleció el tío Fide, un político que aprendió el ejercicio de la política, primero al lado del gobernador don Rafael Murillo Vidal y después con don Luis Echeverría, en donde recibió el impulso para ser dirigente nacional de la juventud Priísta.
En la juventud fue amigo de Evaristo Morales Huerta, Dante Delgado Ranauro y Miguel ángel Yúnes Linares.
Con excepción de Evaristo, que optó por el litigio a buen nivel profesional, los otros tres fueron gobernadores de Veracruz, terminando por distanciarse, porque la política siempre será la guerra, aun con otros métodos.
Entre mis amigos más queridos, Fidel Herrera Beltrán fue amigo de Fernando Jácome Roldán y de Betzabé Moreno Salinas de quien siempre se expresó con gran admiración por la buena amistad que llevaron.
Veracruzano jovial, hijo de una maestra que vivió en Nopaltepec, Fidel aprendió a jugar con los niños del pueblo. Eso dimensionó su conciencia social y su conciencia política. Sabía, cómo estudioso que fue, que la lucha de clases no separa a los buenos amigos, solo crea distancias superables, cuando se piensa con interés social.
Cuando estudió en Europa al Aeropuerto de Milán Italia, iba Evaristo por él y se pasaban magníficas noches de fiesta con los amigos que se fueron a estudiar, gracias a los valores político estudiantiles que poseían. Al regreso lideró al PRI, fue delegado, diputado, senador y un día llegó a la gubernatura de Veracruz.
Lo recuerdo siempre jovial, dicharachero, espectacular y sabedor de que, la política para ser ejercida, debe ser como el tiburón y no andarse con mamadas. Muchos los repudiaron, porque así es el ejercicio de la grilla y la tenebra. Pero sus tiempos de gobierno, fueron sus circunstancias y Fidel adopto las instrucciones que llegaba desde arriba, es decir del presidente de la república.
Un día, llegó al norte del Estado veracruzano y antes de arribar al pueblo, los sorprendió una tormenta propia de aquellos lares de la parte alta de Veracruz. Fidel, que vivió estrecheces como buen hijo de una maestra del pueblo, se quitó los zapatos, los enredó, los puso en su hombro y se bajó de la camioneta, y frente a la estupefacción de sus colaboradores, se fue descalzo entre el barrial y el agua, abrazado con los niños del pueblo, hasta llegar al parque, donde los señores lo esperaban entre aplausos y vítores.
Si salía a cualquier lugar del Estado, sus asistentes llevaban suficiente dinero para obsequiarlo a las ancianas, los viejitos o los niños pobres. Eso hizo, que su recuerdo, aún perviva en los cerebros de quienes esperaban de la política más que un discurso una solución oportuna.
Hoy ha muerto Zeta uno, como lo tildaron los empresarios veracruzanos, que le pidieron soluciones que solo pueden llegar del Presidente del país, la gigantesca red de los gratos recuerdos que dejó, son propias del estilo de la política que aún se practica en México. Fidel se haya más allá del bien y del mal. Solo lo pueden alcanzar los buenos recuerdos de los seres queridos. Porque ahora, la maldad y el fragor de la guerra fratricida en los políticos se haya muy lejos, tanto como la lucha entre el bien y el mal. Es cuanto…