que agrupa organizaciones de 18 entidades de la República Mexicana. En México existen 180 mil biólogos activos con licenciaturas, maestrías, doctorados y posdoctorados en 88 instituciones que laboran en dos grandes campos: los que trabajan básicamente en laboratorios (en genética, microbiología, biología molecular, biomedicina, etcétera) y los que trabajan básicamente en el campo (taxónomos, biogeógrafos, ecólogos).
La FEMCOBI organizó en días pasados en Zihuatanejo, Guerrero, su séptimo coloquio nacional, al cual fui invitado para ofrecer la conferencia inaugural y al cual asistieron unos 200 participantes. La tesis central de mi conferencia fue que a diferencia de todas las otras profesiones existentes, al biólogo lo mueve un impulso especial derivado de su propia actividad, que tiene profundas implicaciones culturales, éticas, estéticas y, finalmente, políticas.
La formación de biólogo nos dota no sólo de una visión sobre el universo de lo vivo, también nos otorga una mirada evolutiva e histórica con la aparición de los primeros organismos hace unos 3 mil 500 millones de años, con la particularidad de que todo ser vivo procede de un ancestro común, y que al paso del tiempo ha habido un proceso que conlleva la mayor complejidad.
En la trama vital se ha pasado de organismos simples a organismos cada vez más complejos. Y todavía más en el “árbol evolutivo” todas las especies están relacionadas, todas son parte de un parentesco, y su cercanía y lejanía nos obligan a clasificarlas. El biólogo es, en consecuencia, esencialmente taxónomo. Un taxónomo que termina clasificándose a sí mismo.
El Homo sapiens tiene entonces un origen y unas relaciones de parentesco: es especie, género, familia, suborden y orden, es un primate que apareció hace apenas 300 mil años, la única especie sobreviviente de las 10 de su género. El biólogo acepta con humildad su ubicación en el torrente evolutivo. Una simple comparación con las hormigas es más que suficiente.
Las hormigas se originaron hace 150 millones de años, y luego se diversificaron hace 100 millones de años, al final de la era de los reptiles. Hoy todas las hormigas del mundo pesan tanto como todos los seres humanos, según señaló Edward O. Wilson (1929-2021), considerado el Darwin del siglo XXI y creador de la sociobiología.
Todavía más, la confluencia de dos mentes extraordinarias, la de la bióloga Lynn Margulis (1938-2011) y la del geoquímico James Lovelock (1919-2022) diseñaron la teoría de Gaia y llegaron a la conclusión de que el planeta mismo es un sistema vivo. En suma, el mundo de la vida sigue aquí y los biólogos son por su conocimiento los primeros en defenderla, igual que lo hacen los pueblos originarios a través de su visión sagrada del mundo natural.
Hay, sin embargo, una dimensión plenamente política, ligada con el cerebro humano que es nada menos que el sistema más eficiente conocido por la ciencia. Con sólo mil 300 gramos de peso y un consumo energético de unas 400 calorías, el cerebro almacena más de 100 mil millones de células nerviosas (neuronas) capaces de desarrollar un millón de sinapsis (conexiones entre neuronas) por segundo con un potencial total de densidad conectiva interneuronal de 10 elevado a 14, ¡la mayor densidad conectiva conocida del universo! Con tremendo diseño en nuestras cabezas, resulta inexplicable la historia reciente plena de agresiones y destrucciones, que culminó con las dos guerras mundiales y unos 100 millones de muertes.
La política es resultado directo de la ideología y las ideologías cualesquiera que sean (izquierda, centro o derecha) sólo han conducido a las mayores tragedias humanas, como las guerras, los exterminios culturales, las masacres, las purgas, las santas inquisiciones, la quema de brujas, etcétera. Las ideologías anulan el pensamiento crítico y obnubilan y anestesian las mentes de los seres humanos, suprimiendo de paso todo el potencial del cerebro.
¿Puede el ser humano vivir fuera de las ideologías? Puede y debe. Debemos a Morris Berman, historiador estadunidense, una explicación sobre el tema. “Una idea es algo que posees, la ideología es algo que te posee a ti” (El reencantamiento del mundo, 1987). Los seres humanos adoptan una ideología por su ausencia de “anclaje somático”, por su falta de raíces con la vida misma, por su incapacidad de enfrentar el silencio y el vacío. Hoy los biólogos son portadores de una flama de esperanza, que puede ser la clave para salir de la tremenda crisis de civilización en la que estamos atrapados: su amor por la vida.
Fuente: La Jornada.
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