sino que incluso son asesorados y muy cercanos a operadores e ideólogos del sexenio fundacional del neoliberalismo en México, el del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Es el caso de la joven Altagracia Gómez, coordinadora del Consejo Asesor Empresarial creado por Sheinbaum y quien fungirá como “enlace” entre la Presidenta y los empresarios más grandes del país.
A partir de su juventud y la frescura de su imagen, la empresaria, heredera de las empresas Dina, Minsa y Grupo GIG, creadas por su padre Raymundo Gómez Flores, es hoy en día una de las figuras más novedosas en el primer círculo presidencial y su nombramiento fue visto, dentro y fuera de México, como un mensaje “positivo a favor de la inversión privada” en la nueva Administración federal mexicana.
Con 32 años y con un cargo honorario en el staff de la Presidenta, Altagracia y su look de princesa jalisciense impactó positivamente en el mundo empresarial y los mercados financieros. Abogada, egresada de la Escuela Libre de Derecho, con programas cursados en Oxford y la Harvard Business School; es percibida en los círculos empresariales como una mujer inteligente y su acercamiento con la doctora Sheinbaum, ocurrido durante la campaña, fue visto como una señal de que en el nuevo Gobierno habría una mayor apertura a las inversiones privadas, menos satanización del empresariado y la posibilidad de que retornen las asociaciones público-privadas en sectores como la infraestructura, y sobre todo en el sector energético.
Pero detrás de la brillantez personal y el carisma de Altagracia Gómez, no sólo está su historia personal y familiar, sino también hay un influyente asesor que funge como su coach, su asesor y consejero en los temas económicos y financieros. Ese asesor que se mueve desde las sombras es nada más y nada menos que José Córdoba Montoya, también conocido por su nombre de pila francés, Joseph Marie Córdoba Montoya, y mucho más conocido por haber sido el jefe de la Oficina de la Presidencia y desde ahí el superasesor, operador e ideólogo del presidente Carlos Salinas de Gortari.
Entre Córdoba Montoya y Altagracia hay una añeja relación familiar y personal que trasciende lo estrictamente económico. Su padre, Raymundo Gómez Flores, tiene con el salinista una amistad también de muchos años, lo que lo convirtió en uno de los empresarios que resultaron favorecidos en la etapa de privatizaciones de empresas públicas en el sexenio de Salinas de Gortari. Fue su cercanía con el influyente asesor presidencial, lo que ayudó a que Gómez Flores se hiciera del control de DINA, la empresa constructora de autobuses y camiones que al ser privatizada y asignada catapultó al empresario tapatío a las ligas mayores de los negocios en México.
A partir de su despegue en los años 90, DINA se convirtió en la piedra de toque para crear uno de los grupos empresariales más fuertes de México con sede en Jalisco. Vinieron después Minsa, creada por Gómez Flores a partir de la privatización de Miconsa (Maíz Industrializado Conasupo) en 1993, y más tarde el Grupo Inmobiliario GIG, que nació a partir del éxito comercial que logró la familia con las dos antiguas empresas públicas. Raymundo Gómez Flores después sería senador de la República por el PRI en la 58 Legislatura, apoyado de nueva cuenta por José María Córdoba, quien aprovechó su influencia en el Gobierno de Ernesto Zedillo para impulsarlo.
Todo eso hizo que Altagracia Gómez creciera conviviendo y conociendo a Córdoba Montoya desde niña y con una relación familiar tan cercana, que siempre ha llamado “tío” al exasesor de Salinas de Gortari. Por lo demás, desde las sombras como siempre le ha gustado actuar, Joseph Marie se convirtió en un próspero empresario del sector energético durante los gobiernos de Fox y Calderón y continuó con Peña Nieto.
Incluso, hasta en el Gobierno del expresidente López Obrador el superasesor franco-español-mexicano también tuvo grandes negocios a través de empresas extranjeras del sector energético a las que asesora, y de las que es socio. De hecho, el salinista fue un operador y asesor clave en la compra de la empresa española Iberdrola por parte del Gobierno lopezobradorista, y lo hizo a partir de su gran cercanía y amistad con el exdirector de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, a quien Córdoba impulsó fuertemente en su carrera política durante el salinato, donde lo hizo secretario de Educación y luego Gobernador de Puebla.
Es decir, que inteligente y brillante como pocos, operador político y avezado financiero, uno de los ideólogos e implementadores más fuertes del neoliberalismo en México, esa doctrina que el expresidente dijo haber desterrado de México y que la presidenta Claudia Sheinbaum también proclama como acabada para dar paso a una entelequia denominada “Humanismo Mexicano”, ha resultado más hábil y más persistente que los partidos y las ideologías que han gobernado México en los últimos 40 años. Y, sin figurar públicamente, sin atraer los reflectores, José María Córdoba Montoya, el oscuro superasesor del salinismo, también está presente haciendo negocios e influyendo en la 4T, tanto en el primero como en el “segundo piso” de la transformación. Dados girando. Cayó Serpiente. Descenso obligado.
Fuente: Zócalo de Saltillo.
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