en el que se produce el cambio de tendencia en la trayectoria de la tierra cuando alcanzar la mayor distancia respecto al sol en su ciclo elíptico anual. Este año el solsticio ocurrirá el día 21 a las 21 horas, 48 minutos y 10 segundos. En ese día se registra (en el hemisferio norte) la noche más larga del año con su tiempo soleado más corto. A partir de ese momento inicia un nuevo proceso en el que la luz del día revierte su continua disminución iniciada en el solsticio opuesto del verano. Cuando todo presagia la victoria de la oscuridad, se empieza a observar su retirada diaria, lenta pero continua.
Las principales civilizaciones de la antigüedad eran observadoras del movimiento del sol. Todas ellas explicaban de alguna u otra forma en sus principales mitos la lucha que el sol libraba en contra de las sombras de la noche. Los rituales asociados con sus creencias estaban dirigidos a propiciar el triunfo del sol y para ello hacían festejos, sacrificios y ofrendas.
En algunas regiones como Escandinavia y Japón la deidad solar era femenina. Sunna la diosa nórdica del sol era perseguida en su tránsito por el cielo por el lobo, Sköll, quien pretendía devorarla. En los eclipses parecía que era atrapada por su perseguidor para luego liberarse y continuar su camino. En el Japón sintoísta Amaterasu Omikami, la diosa solar, al sentirse agraviada por las ofensas de su hermano Susano O, renunció a seguir alumbrando al mundo y se refugió en una cueva del cielo, que cerró con una roca. Hubo que idear un engaño que retara la curiosidad de la diosa escondida para que ésta volviera a transitar por el cielo.
La civilización egipcia antigua, a partir de la quinta dinastía, desarrolló una mitología solar vasta. El dios solar Ra se impuso y absorbió a las diversas divinidades anteriores: Khnum-Ra, Min-Ra, Amón-Ra, etc. Ra mantenía una constante disputa con Osiris de la cual siempre salía victorioso. (Mircea Eliade). En el zoroastrismo persa el relato mitológico se construyó también a partir de la permanente lucha entre la luz y la oscuridad, entre Ahura Mazda y Angra Mainyu. Igualmente, en Persia se adoró al dios Mithra, quien llegó a las civilizaciones antiguas de Europa, especialmente a la civilización latina, transformado en calidad de Sol Invictus. Mithra libraba una batalla con un enorme toro que simbolizaba la noche y de la sangre del toro vencido surgían las semillas, las plantas y en general, los alimentos.
En el solsticio de invierno los sirios, egipcios, países semíticos y latinos celebraban el renacimiento del sol con las fiestas de la natividad, el sol era representado como un niño que nacía del vientre de la diosa celeste. Las festividades de Mithra en Roma ocurrían en esa misma fecha. Cuando se estableció el calendario juliano, el solsticio de invierno caía precisamente el 25 de diciembre. James G. Frazer escribe que cuando surge el cristianismo su principal rival era precisamente el culto a Mithra. Ambas religiones convivieron y compitieron entre la población latina por un tiempo. Los evangelios, dice Frazer, nada dicen respecto a la fecha del nacimiento de Cristo, pero los cristianos coptos la acordaron, no obstante, el 6 de enero. La iglesia católica de occidente nunca la aceptó y fue hasta el siglo tercero o cuarto en el que la iglesia romana estableció el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Cristo.
La razón que llevó a las autoridades eclesiásticas a instaurar la fiesta de la navidad fue que los cristianos eran atraídos por las celebraciones paganas para celebrar el nacimiento del sol en ese día. Cristianos y paganos por igual prendían y portaban las antorchas o luminarias, símbolos de esa festividad. “El origen pagano de la Navidad está claramente insinuado, si no tácitamente admitido, por san Agustín, cuando exhorta a los cristianos fraternalmente a no celebrar el día solemne en consideración al sol, como los paganos, sino en relación con el [Cristo] que hizo el sol. De modo semejante, [el papa de mediados del siglo V] León el Grande condenó la creencia pestilente de ser la Navidad solemnizada por el nacimiento del nuevo sol, como fue llamada, y no por la natividad de Cristo”
La práctica de superponer fechas de celebraciones religiosas católicas a las paganas, con el fin de transferir la devoción a figuras canónicas aceptadas, no fue algo excepcional en la iglesia. La pasión y resurrección de Cristo se instauró, según Frazer, en las mismas fechas en que se celebraba en Roma una fiesta primaveral más antigua. Se trataba de la celebración de la resurrección de Atis, un ser que tenía también los atributos de Padre divino y de Hijo divino. La fiesta de san Jorge en abril reemplazó a la antigua fiesta pagana de la Pailia; la fiesta de san Juan Bautista en el mes de junio sustituyó a la fiesta del agua en el solsticio de verano; la fiesta de la Asunción de la Virgen en agosto desalojó a la fiesta de Diana; el día de Todos los Santos en noviembre es la continuación de una antigua fiesta gentil a los muertos
Entre los mexicas las festividades a la diosa Tonantzin tenían lugar alrededor del solsticio de invierno. La aparición de la virgen de Guadalupe ocurrió, según el relato, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y de acuerdo con el calendario juliano que regía todavía en ese año, el 12 de diciembre fue la fecha el solsticio. Con la reforma gregoriana el solsticio se recorrió al 22 de diciembre, pero la celebración de la guadalupana no se movió, continuó siendo el día 12.
Fuente: Crónica.
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