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EL CÓDIGO MORAL PARA HOY
Noticia publicada a
las 03:09 am 20/01/19
Por: Julio Faesler.
En un acto verdaderamente enternecedor, el sindicato petrolero puso su ofrenda propiciatoria de 500 camiones pipa en el ara de la limpieza que el nuevo gobierno montó. Nada mejor, seguramente, que hacer gala de humildad gremial y con eso recuperar la gracia de estar en buenos términos con la divinidad en turno. Pero ni con una colección de amparos puede el líder Romero Deschamps dormir tranquilo.
El mal engendrado por el sindicato que aun preside es demasiado grande
Pero el “huachicoleo” es sólo un gajo de la titánica metástasis que llevó la corrupción a todo el cuerpo nacional y cuya extirpación requiere la decidida acción de todos, absolutamente de todos los ciudadanos. Ningún sector, por poderoso que se sienta, queda al margen de este esfuerzo que no admite tregua.
Los que observamos los pasos con que el presidente Andrés Manuel López Obrador va abriendo su administración encontramos incongruencias entre su discurso y su actuación, mismas que le restan confiabilidad. Pero el apoyo popular para el Presidente en nada ha bajado. Su popularidad sigue tan campante como en la campaña.
La esencia íntima de la aprobación general se cimienta en dos factores que se complementan. Por una parte, está el indomable deseo de toda la República de que su gestión sea exitosa en términos de mejoramiento tangible de condiciones de vida para las clases más sacrificadas. En último término, la expresión más renuente de un juicio cauteloso le da al Presidente el beneficio de la duda.
La otra parte, el tono de la comunicación presidencial se reviste de la forma sencilla de ver la vida y sus circunstancias que perviven en el México hondo y permanente, donde está la esencia de una actitud siempre luchona, ajena a complicaciones inútiles, con la dimensión familiar y de comunidad como referente para una población que no quiere saber de más engaños políticos o del comercialismo que la rodea.
Como para el resto del mundo, los tiempos de México se prevén difíciles. Hay ansias por cortar de tajo la confusión general para descubrir directrices que respondan al desánimo y a la decepción, liderazgos que reanimen con nuevo ímpetu el espíritu optimista de todo ser humano.
En medio del marasmo aparece de pronto la difusión, por orden del presidente Andrés Manuel López Obrador, la Cartilla Moral, escrita hace más de 50 años, por don Alfonso Reyes, ondeando la ruta para la vida del individuo libre en comunidad.
El mensaje lo recibe la sociedad mexicana a la que, por más de 150 años, se dijo en todos los tonos que la vida personal difiere de la actuación pública, que ésta tiene sus propios estatutos definidos en la ley. Afirmada con toda nitidez tal separación, se insistió en que la moral inspirada en la religión pertenecía al reino de los cielos, pero no al de la tierra.
Los resultados están a la vista. La moral quedó en casa mientras que para lo público corresponde la legalidad fijada por principios aprobados que no tienen otro origen que el consenso o la institución que la respalda. Ese apoyo, empero, oscila de tiempo en tiempo, de individuo en individuo, de árbitro en árbitro o de gobierno en gobierno.
El que el Presidente de la República ahora nos revele que su más íntima convicción para remedar la corrupción tiene como verdadera fórmula una conducta moral es un parteaguas fundamental en la evolución de la sociedad mexicana que esperó muchas décadas para recibir esta transformadora orientación.
México tardará en curarse de los males acumulados, pero si tenemos en cuenta los consejos que están en la Cartilla Moral de Alfonso Reyes ese tiempo se puede acortar. De lo contrario, seguiremos padeciendo la repetición de la corrupción que hemos heredado en cada vez más variantes.
En cuanto al sindicato petrolero y sus líderes, no bastarán todas las pipas repartidoras de gasolina, como las que sumisamente ofreció a Andrés Manuel López Obrador esta semana, ni ninguna otra ofrenda propiciatoria.
El mal está hecho. Hace algunos años, un presidente lanzó su programa de regeneración moral. De poco sirvió. No hubo cambio en la actitud de los que corrompían el sistema. Se ampararon los pillos…