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¿Qué nos queda?
Noticia publicada a
las 12:36 am 17/10/18
Por: Rafael Loret de Mola.
México es increíble. Nos han saqueado desde la época de la bárbara invasión española y sus tres siglos de degradación, y no han podido agotar las minas de oro y plata pese a que, en muchas catedrales europeas, brillan los metales preciosos provenientes de estas tierras y que ahora se distribuyen, todavía, canadienses, estadounidenses y chinos en proporción del 93 por cierto con la anuencia de los grandes millonarios mexicanos que se quedan con el 7 por ciento y sirven de prestanombres a las empresas multinacionales:
Slim-Larrea-Baillères, el triángulo del poder económico.
Por si fuera poco, nuestra azúcar, por obra y gracias de los arreglos llamados USMCAN, en español debiera ser EUMCAN –suena mejor y menos enredado-, nuestra azúcar será vendida a nuestro “altruista” vecino del norte en 42 centavos de dólar el kilo, la mitad de lo que nos cuesta a los mexicanos –entre dieciséis y diecisiete pesos lo que equivale a unos 84 centavos de dólar al tipo de cambio actual-, como resultado de una avasallante negociación llena de turbulencias y de la que resultó el héroe el “pato” Donald Trump, ahora una especie de aliado del presidente electo de México a quien llena de elogios que ruborizan.
Con las plataformas de petróleo subastadas a políticos de tan buena ley como Carlos Salinas y Emilio Gamboa, entre otros cómplices del peñismo, y una ausencia real de definiciones sobre lo que hará al respecto el presidente electo, no quedan grandes fuentes de ingresos para la futura administración. Este es el signo mayor de la depauperación del país para beneficiar a los cómplices más sobresalientes del sistema. Y, para colmo, será el capital privado, como anunció ya Andrés, el que financie al nuevo aeropuerto a falta –dijo López Obrador- de fondos públicos para ello.
Interpretando lo anterior queda claro que el gobierno heredado al tabasqueño enfermo –cardiopatías amén de quema de tres nervios del cuello que ponen en peligro su movilidad física-, es menos rico en recursos pecuniarios que las grandes fortunas de los cien mayores multimillonarios de México por lo que cabría preguntar si valdría la pena entregar la Secretaría de Hacienda al capital privado para que, con sus ilimitadas fortunas, pudieran apostar al desarrollo a costa de la depauperación colectiva legada por el atroz neoliberalismo. Quienes tienen el dinero ya no son los mexicanos en su conjunto con todo y la esperanza en el futuro.
Pese a todo, Andrés mantiene el lenguaje propio de un candidato a pesar de sus múltiples incongruencias. Solo se salvan dos promesas: No subirse al avión presidencial –que ya falló dos veces en el último mes-, y abolir la reforma educativa y sustituirla por otra dirigida a elevar la educación de calidad de quienes serán y construirán el futuro del país. En todo lo demás ha existido un estira y afloja dentro de la conciencia del icono a quien no se puede cuestionar sin la reacción beligerante de parte de sus incondicionales.
Nada de arrepentimientos, ni de perdones ni olvidos.