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La barbarie bronca del Bronco
Noticia publicada a
las 04:06 am 27/05/18
Por: RUBÉN ISLAS.
@RubenIslas3
El Bronco, como Fujimori y Berlusconi en el pasado y Trump en el presente, es el ejemplo más claro de la hipocresía ciudadanista, antipolítica y santificadora de la barbarie medieval
“Salvar la civilización es salvar la vida de un pueblo” Víctor Hugo
Barbarie o civilización, es el dilema. El mayor invento civilizatorio de la humanidad es la Política (el arte de convivir y no el arte de cambiar al hombre:
Octavio Paz), la forma suprema de conducir las esenciales y cognitivas relaciones de poder. Antes de la política la barbarie era la regla, el Derecho y los derechos un hecho inexistente (un ideal); ahí, imperaba sólo el abuso sustentado en la legitimidad del más fuerte, por ello era posible mutilar y cercenar los cuerpos: el ojo por ojo, diente por diente.
El entendernos y comprendernos desde la razón que sabe de nuestras ambiciones y excesos en la unicidad, para controlar sin anular ambiciones y excesos en la pluralidad, ha sido uno de los eventos de mayor trascendencia de la historia de la humanidad, ahí es donde está la génesis del Estado moderno, en la institucionalización del conflicto por el poder que hace efectiva la paz y la racionalización legal de las disputas en el Derecho.
Por ello la Democracia se impone ante toda forma de despotismo, porque la Democracia moderna más que ser el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, es el poder diversificado socialmente en acciones e ideas, en concepciones de vida política, en la forma y la estrategia en que se ejerce en un poder sujeto a reglas. La Democracia en la modernidad es una democracia de partidos políticos, ideológica, de colectivos opuestos que buscan la legitimidad y la legalidad de sus ambiciones y excesos (controlados) en el voto del colectivo mayor al que bien se denomina Sociedad Civil: el conjunto heterogéneo de ciudadanos organizados que le dan sentido a la República. La Democracia en esencia es pluralidad, pluralidad de colectivos diversos sujetos al imperio de la Constitución.
Por tal razón es que cualquier gasto o erogación económica en la Democracia y en la Política no sólo es necesario, es vital para la cohesión y la paz sociales que son las razones nodales por las cuales existe una República. República que regatea a la política y a la democracia es República claudicante ante el imperio del poder centralizado de la tiranía. Cuando el dinero privado manda a la Política, esta se convierte en sierva del capital y se anula a la pluralidad social en pro de la unicidad financiera. Regresar al erario el dinero público destinado a la política no sólo es demagogia, es servilismo ante el poder del dinero privado.
Sin partidos políticos no hay Política y menos aún Democracia; quienes asumen la Política desde la quimera participativa a la Robinson Crusoe, se niegan a reconocer que los colectivos políticos (los partidos) existen porque el Estado moderno es en esencia una Sociedad Política donde la hegemonía se colectiviza; en cambio las individualidades potestativas (los ciudadanos que niegan a la política y a los políticos, haciendo política de closet) se erigen en los nuevos Savonarolas desde el falso pedestal de la superioridad moral que nos retorna a la barbarie salomónica de partir niños por la mitad.
El Bronco, como Fujimori y Berlusconi en el pasado y Trump en el presente, es el ejemplo más claro de la hipocresía ciudadanista, antipolítica y santificadora de la barbarie medieval, que culpabiliza de la crisis a la política y a los políticos, pero que aspira al poder político sustentado en la ocurrencia programática (mochar la manos de los corruptos y poner a los militares a educar los adolescentes) y en la identificación del enemigo al que hay que cortarle las manos o exterminar en un campo de concentración.
Auschwitz ¿Comienza el Siglo XXI?, titula Carl Amery ese magnífico texto histórico documental del ascenso de Hitler (el Bronco alemán en la República de Weimar) que termino en la más terrible barbarie del siglo XX. Los mexicanos no nos merecemos eso, denunciarlo es una obligación ética.
Los Adolfitos siempre aparecen con el mismo discurso antipolítico, antiderechos, antidemocracia y antipartidos políticos democráticos. Escudados en la asepsia “ciudadana” y en la arrogancia de sus cartas credenciales de pureza gerencial (El Bronco y Donald Trump), seducen a los incautos ignorantes que añoran al padre controlador y verdugo, al monarca absoluto o al dictador milico (el retorno a la ortodoxia, a la inquisición, al orden por el orden). Ellos, sin duda alguna, si son un peligro para la humanidad.