Con la Revolución Industrial, las invenciones y diversos hallazgos fueron transformando las estructuras de la sociedad. Sin duda, hubo grandes cambios socioeconómicos, demográficos, culturales, científicos y tecnológicos.
Pero a partir de ahí se desbordaron algunas problemáticas. Si bien el petróleo y sus derivados facilitaron la forma de vida, también han sido de los principales causantes del deterioro grave del ambiente, porque nos hicimos codependientes de la diversidad de sus usos.
Algunos científicos dicen, sin temor a la equivocación, que la humanidad transita por la era del plástico, o del “Plastoceno”. Es versátil, maleable y accesible; lo encontramos en todos lados y en todo tipo de industria. Vamos, ni el espacio se libra de él.
Bueno, ya nomás nos faltaría que nacieran ligartijas, hulefantes y resorterontes.
Los datos sobre su producción a nivel mundial son impresionantes. De acuerdocon el informe más reciente Plastics-the Facts 2017 de PlasticsEurope, en 2016 se produjeron 335 millones de toneladas de materiales plásticos.
Otro dato del informe es que Asia produce el 50% de los materiales plásticos del mundo, siendo China el mayor fabricante, con 29%; le sigue Japón, con 4%, y el resto de esa región con 17 por ciento.
La otra mitad le corresponde a Europa, con 19%; la zona del TLCAN (Canadá, Estados Unidos y México), con 18%; América Latina, con 4%, y África, con siete por ciento.
Como vemos, el mundo es del plástico y, lo peor, sus desechos se han vuelto insostenibles por su durabilidad y resistencia a la degradación. Por ello, este hecho, junto con el cambio climático, hoy por hoy son dos de los más grandes desafíos de la humanidad.
Un estudio publicado el año pasado en Science Advances titulado “Production, use, and fate of all plastics ever made” de los científicos Roland Geyer, Jenna R. Jambeck y Kara Lavender Law, arrojó que cada año los océanos reciben de entre cinco a 13 millones de toneladas de plástico.
De acuerdo con Naciones Unidas, si no detenemos esta contaminación, para 2050 los océanos tendrán más plásticos que peces. Los desechos afectan a más de 600 especies marinas y 15% de especies en peligro de extinción son dañadas por la ingestión de microplásticos.
La semana pasada, Playa del Carmen, Quintana Roo, fue sede de la Quinta Cumbre Mundial del Océano, en la cual líderes políticos coincidieron en señalar que las naciones tienen la obligación de conservar los océanos a través de inversiones rentables y así atraer fondos para reducir la contaminación, detener la acidificación y proteger industrias como la pesca.
Cada país, sobre todo los costeros, debe caminar hacia una economía azul sostenible. Una que restaura y protege la biodiversidad de los mares, fortalece su resiliencia y contribuye a la seguridad alimentaria.
No olvidemos que los océanos, además de proporcionar alimento, son sumideros naturales de carbono, lo cual ayuda a reducir el impacto del calentamiento global.
Sin embargo, los estamos llevando al límite de su capacidad. Oceanógrafos han advertido sobre la acidificación de los océanos debido a las grandes emanaciones de CO2, producidas por la actividad humana. Cada año filtran aproximadamente 25% de las emisiones generadas a nivel global.
Esto nos debe llevar a reflexionar sobre la manera en la que vivimos. Y si hay un aumento exacerbado de plástico en mucho se debe a la industria de los envases y empaques, los cuales representaron más de 40% de la producción en 2015.
Es por ello que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente lanzó hace unos días un video perteneciente a la campaña #MaresLimpios (#CleanSeas) —emprendida en 2017— para concientizar de una manera lúdica a las personas y le pongan fin a su “relación tóxica” con el plástico no recuperable y de un solo uso, y así dar paso a opciones sostenibles.
El video, que se puede ver en cleanseas.org, insta a reducir la huella plástica al dejar de utilizar vasos, botellas, cubiertos, bolsas, envases, empaques y popotes, entre otros productos.
Y, la verdad, no es difícil modificar el estilo de vida y será significativo en la medida en que más personas dejen de comprar botellas de agua, lleven al supermercado bolsas de tela y eviten, a como dé lugar, los popotes.
Se puede cambiar la historia del “Plastoceno” dejando atrás todas nuestras relaciones tóxicas.
Fuente: Excélsior.
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