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Democracia y desigualdad
Noticia publicada a
las 02:34 am 23/02/18
Por: Orlando Delgado Selley.
La llegada del neoliberalismo implicó, a escala global, un importante aumento de la desigualdad en el reparto del ingreso y, más aún, en la riqueza. En México, las llamadas reformas de mercado, instrumentadas a partir de la administración de Miguel de la Madrid (1982-1988), condujeron al abandono del concepto de justicia social y de las políticas públicas dirigidas a su atención, provocando que la pobreza y la desigualdad crecieran. Poco tiempo después,
en el marco de una crisis de legitimidad del Estado, fuerzas políticas distintas al PRI empezaron a obtener victorias electorales que tuvieron que ser reconocidas por las autoridades federales.
Con la democracia llegó la alternancia, inicialmente en gobiernos estatales y luego en el Distrito Federal, en 2000 al gobierno federal. Sin embargo, tras muchos años de administraciones de izquierdas y derechas en diferentes niveles de gobierno, de idas y venidas del PRI, la desigualdad permanece como un rasgo distintivo de la vida del país. Más grave aún, el pensamiento único ha impuesto la idea de que se trata de un fenómeno económico inevitable. Pese a ello, con cada mayor insistencia se ha ido extendiendo la convicción de que no es así: la desigualdad es resultado de decisiones tomadas por los actores políticos con presencia gubernamental y parlamentaria.
En una presentación reciente, T. Piketty se ocupó de explicar la creciente desigualdad a partir de modificaciones estructurales ocurridas en el conflicto entre los partidos de izquierdas y derechas. Su título es elocuente Brahmin left vs. Merchant right: rising inequality and the changing structure of political conflict. Su pregunta central es ¿por qué la democracia no ha disminuido la desigualdad? El dato duro es que en los pasados 30 años, la desigualdad ha crecido en la mayoría de las regiones del mundo, lo que debería provocar reacciones sociales que demandaran políticas redistributivas.
En lugar de estas políticas hemos visto el crecimiento de populismos xenófobos y no políticas basadas en visiones de clases sociales. Esta cuestión lleva a preguntarse por las condiciones del periodo igualitariode los años 50-80. ¿Por qué se pudo crear una coalición política capaz de reducir la inequidad? Lo cierto es la constatación de que la política conduce tendencias concentradoras o bien redistributivas. De modo que hay que preguntar qué ha pasado en el conflicto ideológico entre desigualdad y redistribución. Para ello se requiere analizar series electorales y definiciones políticas de izquierdas y derechas.
La historia de la desigualdad es política e ideológica. Los sistemas tributarios, con épocas de progresividad y otras abiertamente regresivas, dan cuenta de cambios en la manera de entender el funcionamiento social. Piketty presenta series largas para explicar el cambio en las estructuras de las preferencias del electorado, dependiendo de tres dimensiones de la desigualdad: ingreso, riqueza y educación. Su trabajo analiza Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña, ofreciendo próximamente información para Alemania, Japón, Brasil, India y otros países.
En México no se dispone de información confiable sobre la decisión de los electores. Entre los principales contendientes políticos ni siquiera se aceptan los resultados generales en las elecciones federales y en muchas de las estatales. Lo que sabemos con claridad es que hasta ahora los grupos políticos representados en el Legislativo y, por supuesto, quienes han arribado a los diferentes niveles ejecutivos no han sido capaces de llegar a un acuerdo político fundamental que permita combatir la desigualdad.
Se trata, en realidad, de acordar una verdadera reforma del Estado que ponga en el centro la disminución de la desigualdad que, como ha señalado R. Cordera, es una constante en nuestra historia reciente. Revertir esta perenne desigualdad implica un gran acuerdo nacional que debería plantear que la decisión política de todos los actores es combatirla, de modo que las decisiones económicas a tomar deberán subordinarse al gran objetivo nacional de menos desigualdad, con más y mejor democracia.