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REFLEXIONES SOBRE LA MEDICINA TRASLACIONAL
Noticia publicada a
las 04:07 am 12/10/17
Por: Dr. Gerardo Gamba.
Alexandre Yersin en 1894 descubrió el bacilo de la peste y utilizó caldos de este mismo para generar un suero terapéutico y una vacuna, iniciando lo que años después sería la erradicación de una de las plagas más temidas en la historia de la humanidad.
Aunque vivió hasta 1943, nunca recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología porque sus descubrimientos fueron realizados antes de que existiera dicho premio.
Lo que hizo Yersin fue un descubrimiento en el laboratorio, que utilizó para desarrollar un tratamiento y una medida preventiva para una enfermedad.
La medicina traslacional se refiere a llevar los descubrimientos del laboratorio a la cama del paciente, eso fue lo que hizo Yersin y lo que han venido haciendo los médicos científicos a lo largo de decenas de años. Sin embargo, en años recientes se acuñó este término, “medicina traslacional”, dando la falsa idea de que se trata de una disciplina novedosa. Lo mismo ocurrió cuando apareció el término de “medicina basada en la evidencia”. La medicina siempre ha estado basada en la evidencia. Lo que ha cambiado con el tiempo es la cantidad de evidencia que se tiene.
La insulina fue descubierta por Bent y Banting y aislada del páncreas por Banting y Macleod en 1921, y administrada en forma clínica por primera vez en 1922 a una niña de 14 años de edad llamada Elizabeth Hughes, que, en vez de haber muerto por diabetes tipo I, como ocurría en esa época, vivió con diabetes hasta el año de 1981 en que murió de 73 años de edad.
La penicilina pasó de una serendipia del laboratorio de Fleming en 1928, a una realidad clínica en 1940, con lo que inició la era de los antibióticos, que cambiaron la historia natural de decenas de enfermedades antes consideradas como mortales.
La observación en 1953 por Erslev de que el plasma de conejos a los que se les indujo anemia inducía la producción de glóbulos rojos en conejos sanos, condujo al descubrimiento de la eritropoyetina, que se convirtió en un tratamiento real para la anemia de pacientes con enfermedad renal crónica a principios de la década de los 90.
Como se puede leer entre líneas, la diferencia entre estos tres ejemplos, y muchos más, es el tiempo que transcurre en que un descubrimiento pasa del laboratorio a la clínica.
La insulina tardó un año en llegar a la clínica porque fue fácil aislarla. La penicilina se tardó una década porque era muy inestable y difícil de producir, lo que tuvo que esperar hasta 1940 en que Chain y Florey (Premio Nobel de Medicina en 1945 junto con Fleming) resolvieron el problema técnico para producirla.
A la eritropoyetina le llevó más años, hasta que se desarrolló la metodología que permitió identificar y clonar el gen que codifica para esta hormona, así como la tecnología para producir la proteína recombinante en sistemas biotecnológicos.
El retraso en el paso de laboratorio a la clínica no siempre es por un problema técnico, puede ser que el investigador no sabe que su descubrimiento puede ser utilizado en la clínica, porque no conoce esta parte de la medicina, o bien, aunque el investigador conoce el efecto que sus observaciones podrían tener en un padecimiento en particular, no tiene acceso a los recursos económicos, procesos industriales y estrategias legales para llevar su descubrimiento a la clínica. Además, necesita de la colaboración de quienes están en la trinchera de la asistencia.
El concepto moderno de medicina traslacional no debe verse como el hecho de llevar el descubrimiento del laboratorio a la clínica, sino como la implementación de las estrategias para tener la maquinaria que permita que los hallazgos de laboratorio puedan llegar a la clínica. Primero, se necesita un cambio de mentalidad. La innovación tiene como objetivo y consecuencia la ganancia económica, por lo que las partes involucradas deben tener este aliciente. Si la institución no permite al investigador recibir regalías por su descubrimiento, la innovación seguirá quedando en el terreno de las ideas. Segundo, la institución debe tener un sistema para detectar descubrimientos con potencial de innovación y la oficina de patentes al servicio de quienes serán dueños de la invención. Si el investigador es quien tiene que recorrer ese camino por si solo, la innovación seguirá quedando en el terreno de las ideas. Tercero, tener acceso a capital de riesgo suficiente y con rapidez para impulsar aquellos proyectos más prometedores, sabiendo que un porcentaje fracasarán en el camino, pero con la convicción de que con uno que funcione, el retorno compensará lo invertido previamente. Si el investigador no tiene acceso a capital de riesgo, la innovación seguirá quedando en el terreno de las ideas.
Dejo al final el concepto a mi juicio más importante para la medicina traslacional. No podemos hacer medicina traslacional con un descubrimiento o invención de la que no somos los dueños. Para cuando nos enteramos de un descubrimiento hecho en otra institución, seguramente ya está patentado y en camino de traslación, de hecho, la mejor forma de estar actualizado en lo más novedoso de la ciencia médica no es buscarlo en el PUBMED (página del NIH con el index medicuselectrónico), sino en las bases de datos de patentes. Si queremos desarrollar la medicina traslacional, tenemos que hacer primero nuestras propias invenciones o descubrimientos, patentarlos y luego, recorrer el largo y sinuoso camino de la traslación. En nuestro país es poco el recurso para hacer ciencia básica y casi todo viene del gobierno, los empresarios prácticamente no invierten en este rubro. Si no se apoya el desarrollo de la ciencia básica, no vamos a tener en qué ocupar la maquinaria para hacer medicina traslacional.
Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias