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Hubo una vez…
Noticia publicada a
las 04:22 am 19/01/17
Por: Timotheo el “gato”.
TEHUACAN DE ALATRISTE EL SAQUEADOR, PUE.- Hubo una vez en las regiones semidesérticas de la mixteca poblana, un villorrio santificado por el mito, porque tenían un idolillo chafa que además de feo, era chaparrito y lo adoraban como al “bárbaro”, porque les hacía milagros. El pueblillo se llamaba Teohuacan que quiere decir: “Lugar de los que tienen un idolillo feo y chafa”.
El milagro o milagros consistían en que las “orejas” de Moctezuma no los pelaban para nada. Pasaban y los miraban de reojo y como los veían tan jodidos, pues se iban para Coxcatlán, porque allá estaba el “señorío” y además de collares, tenían una chavas bien sabrosonas que les daban chance y ¡A ponerle Jorge al niño! Los agasajaban con neutle y a chupar y mamar que el mundo se va acabar.
Pero esos indios olvidados por pacíficos, crédulos y tontos conocieron la desgracia. Porque un día aciago, de allende los mares llegaron unos cabrones con seis patas, palos que echaban lumbre y blancos de la piel como si fueran “hijos del sol” o sea albinos.
Esos eran medio cabrones, porque lo primero que vieron fue a sus viejas y al ver que algunas aguantaban vara, pues sobre ellas y a darle al “cuchi cuchi” que para eso andaban jariosos y a ellas pues les gustó mucho, porque aunque apestaban a ¡Madres! Tenían los ojos de colores, los brazos y los “esos” peludos y sobre todo portaban un “aparatote” que dios te salve María.
Total, los monos esos que llegaron que les dicen a los indios ¿y vosotros a que os dedicáis? Y ellos contestaron que eran recolectores de muchas cosas, entre ellas: mota, cristal, coca cola de esa que hace reír y llena de felicidad al principio y al final acaban mirando monstruos o al diablo. Los blancos que les dicen ¡Pues queremos de eso! Y que les dan de las yerbas y gracias a eso los visitantes se pusieron chachalacos, pacíficos, llenos de amor y hoy día, algunos de sus descendientes se andan casando ente ellos, porque a muchos de esos les gustaba “cachar granizo” del bueno.
Entre ellos venían unos cabrones de vestido largo, traían en la cintura un cordón y estaban tan fregados como los indios que los recibieron. Gracias a sus enseñanzas, conocieron la humildad, la pobreza no tanto porque ya la practicaban como acto cotidiano, pero aprendieron a parlar un idioma que era el tal “castilla” y pudieron a rezar, cantar, decir aves marías cada vez que sufrían y merced a esos linimentos del espíritu, hasta ahora cada vez que les dan un gasolinazo ¡Rezan! ¡Joder! Rezan en lugar de protestar.
Por eso están como están, por rezanderos, agachones y porque los blancos los madrearon, los frailes vestidos de largo los amansaron y sus viejas se volvieron muy cabronas y los empezaron a mandar, porque dios los iba a premiar en el cielo.
Total un día, otros indios rejegos pero estos de por allá por Tepexi llegaron, los asaltaron, les quitaron sus mujeres 22 veces y cansados de que los fregaran tanto, que se van cerca del cerro colorado, ese que Sergio Gómez quiere proteger muy al estilo de los blancos que los madreaban, por ahí se quedaron, hasta que un fraile que les esconde una virgencita de la concepción en una cueva y que los engaña, con que “quería que le hicieran una iglesita en el centro” de “por allá” en el Valle y así surgió otro mito ancestral que los avasalló y siguen igual de jodidos, pero ahora por la fe y la esperanza de la virgencita, de sus obispos, de sus curas, que al igual que los blancos venidos de por allá los chingan sabrosamente.
Pero los indios así son: felices y siguen contentos mirando el futbol, echando la copa, soñando que la virgen les habla, esperando (no sé qué esperan) pero esperan. Tal vez algún día vuelvan a visitarlos, pero no otros blancos, sino unas blancas, porque ahora ya les toca ganar, no que siempre los han fregado. Podría seguir, pero la verdad tengo sueño y una gatita que me está jalando la piel, por lo que le voy a dar cariño, una sardinita y me voy a dormir.
Reciban un ¡Miauuu! de felicidad y sigan soñando en la fe de Álvaro y la Esperanza de Ernestina, que en conjunto los van a recontrachingar. Pero no van a sentir feo porque ya se acostumbraron…