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Los talentos ocultos
Noticia publicada a
las 03:15 am 30/06/16
Por: GERARDO FERNÁNDEZ NOROÑA.
@fernandeznorona
Por azares del destino, la directora del museo Reina Sofía de España vino a la vecindad a la que habito. Pasó a mi departamento y luego le mostramos la vecindad. Aquí estuvo el convento de Santo Domingo y particularmente el claustro principal.
Previo a su visita, un funcionario del fideicomiso del centro histórico y Ángel, un restaurador de la plaza Santa Catarina,
estuvieron en mi hogar. Por accidente, Ángel tiró la parte superior de una piña vidriada michoacana que se rompió. Muy apenado, se la llevó a su taller y la restauró.
Estuvo insistiendo semanas y semanas para que pasara a conocer su taller y a recoger mi pieza, lo cual finalmente hice la semana pasada. El hombre es un restaurador muy profesional.
Se encontraba con él, un hombre relativamente joven, comiendo con él y éste se refería a Ángel como su maestro.
Cuando ya me despedía, Ángel, le dijo a Luis García (ese es el nombre del hombre que lo acompañaba) que me mostrara las piezas que llevaba. Luis me mostró una hermosísima ballena tallada en Palofierro y una cajita de madera labrada aún sin terminar. El propio Ángel me mostró una bella pieza de madera que Luis le había obsequiado en ese momento.
Compré a Luis García la ballena, pero como no llevaba dinero suficiente le pedí me acompañara mi departamento. En el camino me contó su historia. Había sido velador en el edificio de la plaza Santa Catarina donde está el taller de restauración de Ángel.
Luis se había desplazado de su Tlaxiaco natal a la Ciudad de México, para trabajar en lo que se pudiese y el trabajo que encontró fue de velador. Cuando se terminó su trabajo de velador, Ángel lo contrató para que cuidara su taller. Luis se interesó en el trabajo de restauración y Ángel lo fue enseñando.
Ahí fue, hasta entonces, que Luis García se enteró que tenía un talento formidable para trabajar la madera. Ya había sido carpintero, pero no sabía que era un artista del labrado de la madera.
Ahora él mismo define su trabajo como arte y lo es, sabe que sus piezas son una obra de arte y las firma. Sin embargo, siguen siendo consideradas artesanías en el mercado y no vive de su arte, cuida una hacienda en el Estado de México.
Es una historia bella y trágica. Muchísimos mexicanos no saben los talentos con que cuentan, creen que no valen más que como bestias de carga. Algunos otros descubren sus talentos y a pesar de ello son considerados artesanos y sus trabajos maravillosos lejos están de ser bien remunerados.
Es el caso de Luis García y de la inmensa mayoría de los artistas populares de nuestro país. Trabajos artísticos maravillosos, talentos espléndidos que muchas veces se van perdiendo porque como a muchos artistas, su arte no les da ni para mal comer.
Esto que comento es una más de las tantas injusticias que debemos cambiar en nuestro país. El trabajo de los artistas debe ser valorado, apoyado, impulsado y bien remunerado.