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Cenizas de Revolución
Noticia publicada a
las 03:58 am 01/12/15
Por: MANUEL A. TRUJILLO.
@TruGMA
* “La revolución es como Saturno, devora a sus propios hijos”
* Maximilien Robespierre, revolucionario francés.
La revolución se escucha en las palabras que se mecen en el viento, en los anhelos del joven universitario y en los recuerdos belicosos que nos vienen cada noviembre.
Muchas veces se ha planteado que lo que este país necesita es una revolución, una revolución para salir del hastío, de la podredumbre, de la miseria, de la corrupción y del abuso de poder. Se ha planteado por generaciones la nostalgia revolucionaria de derrocar al rico y poderoso para favorecer al pobre y desprovisto de dignidad.
A las revoluciones las motiva el descontento social, el hartazgo y sobre todo el hambre. La semilla revolucionaria no distingue de clases sociales pero sí niveles culturales, pues los iniciadores cultos son pero en su proceso hacen héroe al asesino y al ladrón. Cuando el pueblo se levanta las balas vuelan como avispas la sangre corre a caudales y el poder se arrebata de las formas más radicales. No hay piedad para el opresor, es su vida el tributo a la revolución. El hombre muerto se olvida de advertir que empoderado el oprimido del opresor tomará su lugar y el lugar del jodido será aquel que en la revuelta no quiso participar.
La sangre del dictador cual veneno sentencia condena mortal al revolucionario que de ella se empapa. Así el vacío del poder oferta su vacante al último sobreviviente. Entre hermanos de lucha la batalla se avecina, pues la gloria espera al vencedor que en afán del poder a un aliado asesina. Uno a uno mueren los héroes revolucionarios, uno sucede a otro, mueren como enemigos y cual aliados todos son venerados por aquel que los va matando. El temor a la muerte y el culto al miedo hacen a cada caudillo más sanguinario que el anterior pues es tanto el temor del pueblo a su exterminio lo que convierte a caudillo en dictador.
De la dictadura viene la calma, de la calma el descontento y del descontento la revolución. Muchos han muerto, muchos hijos de la nación en busca de un anhelo llamado revolución. Sólo en México triunfante, pues no derivó en dictadura. El México postrevolucionario, el México de las instituciones permitió vivir en paz intermitente al país en casi cien años, lo que nunca antes en su historia.
Hoy me hablan de hartazgo, de valor y de dolor, de voces que en las sombras hablan de fusiles que en las sombras claman revolución. Yo me pregunto si valen la pena las muertes, las batallas entre hermanos para caber de nuevo en la desolación. De las cenizas de la revolución debemos extraer el ímpetu combativo para derrocar la opresión pero desde las letras, la cultura, las artes, el deporte, la ciencia y la educación, pero que ninguna patria más sufra el cambio de manos del poder a base de cañonazos y destrucción, porque todos somos hermanos, hijos de esta gran nación. (@TruGMA)