tener profesores sin capacidad para enseñar a los alumnos de primaria y secundaria, condenando a las nuevas generaciones a la educación pública de baja calidad.
Ni el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo —sin duda, uno de los factores de atraso en los niveles educativos básicos del país— ni la malograda Reforma Educativa han podido sacar a la educación mexicana de los últimos lugares en cuanto a calidad y excelencia. De hecho, ni calidad ni excelencia la caracterizan.
De nada ha servido nulificar a Elba Esther, cuyo encarcelamiento responde más a razones políticas que de excelencia educativa.
Y casi nada ha impulsado la Reforma Educativa a los niveles primaria y secundaria, si en estados como Oaxaca, Guerrero o Michoacán, es letra muerta y ni siquiera se han aterrizado sus programas.
Las cifras divulgadas por el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, con corresponsales extranjeros, son desalentadoras:
Sólo 17% de 193 mil maestros de nuevo ingreso aprobó el examen.
Este año se espera evaluar a 380 mil y en 2016 a alrededor de 600 mil profesores.
Para Chuayffet, hay resistencia de algunos gobiernos locales para aplicar la reforma, lo cual implica impulsar nuevas leyes para recuperar la operación en materia educativa.
“El problema es que hay poderes fácticos que se niegan a aceptar las resoluciones de la Reforma Educativa”, reconoció Chuayffet, además de que gobiernos locales no están cumpliendo con sus obligaciones.
Esta reforma enfrenta grandes resistencias en algunos estados —Oaxaca, Guerrero y Michoacán son los casos más emblemáticos—, cuyos niveles de pobreza se ubican entre los más altos del país.
Y hay un factor clave a considerar:
En esas entidades, las organizaciones sindicales del magisterio son muy combativas, y no nada más se han negado a aplicar la Reforma Educativa. Aún más: miles de maestros guerrerenses han desechado los programas propuestos por la SEP y en su lugar anuncian que aplicarán sus propios sistemas educativos.
Territorios autónomos, en la praxis, en materia educativa. De ese tamaño es el fracaso de la reforma.
Desde los tiempos de Elba Esther Gordillo, el punto de conflicto con los maestros fue la evaluación magisterial.
A los maestros no les gusta ser evaluados, por una razón de fondo: ello equivaldría a exhibir sus carencias profesionales. Evidencias y testimonios hay de sobra. Un ejemplo:
Alguna vez le propuse a Elba Esther darles clases de computación a los maestros. Me respondió: ¿para qué? Mejor los enviamos a cursos de superación personal, me cuenta Josefina Vázquez Mota, quien ocupó la SEP al arranque del sexenio de Calderón (sobre este punto ofrezco una cifra dramática: de un millón 300 mil maestros de primaria y secundaria, casi la mitad, alrededor de 650 mil, no sabe utilizar una computadora [Abuso del poder en México. Martín Moreno. Edit. Aguilar. Cap. Elba Esther: la bruja del cuento]).
Lo dicho: la señora Gordillo siempre fue un dique para intentar, al menos, llegar a la excelencia educativa. Su rechazo a mejorar, primero, a los maestros, y después evaluarlos, fue permanente. La prueba es que el SNTE se autoevaluaba, sin permitir la intervención de otros organismos regulatorios.
Pero, ¿qué creen? Resulta que la señora Gordillo fue nulificada de la educación mexicana —y de la política—, desde febrero de 2013, con la cárcel de por medio.
Veinticinco meses con Elba Esther en prisión, y la educación básica en México no solamente no mejora, sino que tiene claros síntomas de estar empeorando.
Cierto: la propia Elba Esther Gordillo, con todo su poderío, fuerza, influencia política y económica, control de Los Pinos y apoyo de los presidentes en turno, también fue rebasada por la CNTE y sólo se limitaba a ser mera oficialía de partes con la rebelde disidencia magisterial, a la que sobrellevaba sin poder doblegarla. Así se la llevaban.
Pero, hoy por hoy, ni siquiera eso.
Si bien el actual líder del SNTE —por llamarlo de alguna manera—, Juan Díaz, está sometido a los dictados oficiales, el gobierno peñista no sólo ha perdido cualquier interlocución con la disidencia magisterial. La situación es más grave.
Se ha llegado —insistimos— a la aparición de “territorios autónomos” en el control de la educación básica. Zonas de influencia regionalizadas que prácticamente han desechado la Reforma Educativa, con el disimulo y complicidad de gobiernos locales, ineficacia de los delegados de la SEP, y postración de la autoridad federal para aplicarla.
Elba Esther sigue en prisión. La educación también.
Twiteer: @_martinmoreno
Fuente: Excélsior.
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