al momento de tropezarse con las piedras, voltean a ver al otro, al adversario, echándole la culpa. Al final, sin embargo, en un acto de complicidad suprema, los actores políticos se encubren entre sí y sonríen. ¿De qué se ríen?
Cuántos errores y contradicciones más se requieren para que cruja la estructura del régimen es una incógnita, pero antes de lo que suponen se resolverá en un desastre su duda.
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La semana pasada cerró con la crisis en el Instituto Nacional Electoral.
Las oposiciones -por llamar de algún modo al panismo y al perredismo- se levantaron de la mesa central del organismo electoral, en furiosa protesta por la inacción ante la intervención del gobierno en el proceso electoral que, sin el menor pudor, diseña programas a la medida del Partido Verde.
Acusan esas oposiciones que la ley electoral está mal hecha y que un bloque de consejeros favorecen al gobierno y a la alianza verde-tricolor. La tempestad en el Instituto Nacional Electoral es la cosecha de los vientos que, justamente, el panismo y parcialmente el perredismo sembraron al elaborar sobre las rodillas la reforma electoral. El panismo canjeó su voto a favor de la reforma petrolera a cambio de ella.
La nueva legislación electoral, se dijo con toda oportunidad, arrojó un mazacote legislativo que descuadró lo bueno del Instituto Federal Electoral y la integración del Consejo, a partir de cuotas partidistas cruzadas con la duración en el encargo, dio por resultado una contradictoria suma cero de intereses. No cabe el asombro. La piedra la pusieron los partidos: hicieron la ley e integraron el Consejo y, ahora, se tropiezan.
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La brizna de humor en los tropiezos de la semana corrió por cuenta del canciller José Antonio Meade y del Partido Revolucionario Institucional.
El señalamiento del Papa Francisco deseando que su natal Argentina no se "mexicanice" en cuanto a violencia y crimen se refiere tuvo por contumaz respuesta una nota diplomática: usted no se meta y cierre la boca. En qué cabeza cabe, pues en la del canciller Meade. Y, en el stand up del ridículo, el PRI no pudo contenerse. Le enmendó, supuestamente, la plana al galardonado cineasta Alejandro González Iñárritu. Nada de andar rogando porque, algún día, el país tenga el gobierno que se merece, el PRI fue claro: "es un hecho -dice su tweet- que más que merecerlo estamos construyendo un mejor gobierno". Vaya sentido del humor.
Al próximo Festival de Montreal, Just for Laughs, hay que inscribir al canciller Meade y al dirigente César Camacho, quién quita y regresen con una estatuilla que ponga en alto a México y su gobierno.
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Risas aparte, la siguiente piedra la colocó el gobierno del Distrito Federal, en particular el gran investigador que ha resultado ser el procurador Rodolfo Ríos, lamentablemente afectado por la lentitud en sus diligencias.
Desde noviembre, los cirqueros plantaron denuncia en la procuraduría capitalina contra los golpeadores que trabajan al lado del delegado de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava, y que completan sus ingresos rentando sus servicios al diputado verde Jesús Sesma que, como se sabe, tiene particular predilección por los animalitos. ¿Qué pasó de noviembre a la fecha? De seguro que el procurador está investigando qué fue de la investigación.
En el entretanto, la Procuraduría General de la República indagó otro delito, aparentemente desconectado del mencionado: el asalto a las joyerías de grandes almacenes y la realización de secuestros. Resultado: ambos delitos estaban correlacionados y si el procurador capitalino hubiera actuado con prestancia, probablemente al menos un asalto se hubiera evitado. Pero, qué es uno.
Lo grave es que, de nuevo, queda al descubierto el vínculo crimen y política. Vaya piedra.
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Pero, bueno, qué importa el paso de la delincuencia desorganizada al crimen organizado de un sujeto que presta servicios, con sello plural, al priismo, a los verdes o al perredismo, si el presidente de la República ha reiterado que el Estado de derecho brillará refulgente frente a la impunidad.
Por enésima vez, el mandatario reitera el miércoles la prevalencia del Estado de derecho: que nadie nade de muertito frente a la decisión. En consonancia con su dicho, los hechos de la víspera respaldan la promesa. La Policía Federal carga contra los maestros de Guerrero que, en el afán de tomar el aeropuerto, con un autobús embisten a los agentes del orden. Saldo: doce heridos, un muerto inexplicable y 99 detenidos. Empata la práctica con el discurso.
Sin embargo, la promesa presidencial dura unas horas. Los detenidos son liberados sin cargos, el gobernador se inclina por el diálogo de muertito y al dicho presidencial lo borra la contradicción. Orden y contraorden es desorden, se dice en el Ejército. De seguro, los gobernadores buscan traje de baño para nadar este verano, justo como se les pidió no hacerlo.
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Más de un ciudadano cae, entonces, en la tentación de gritar: que se vayan todos. Y, en atención al clamor, el gobierno y partidos rápido dan respuesta parcial. A más de uno de los suyos lo sacan de la función que desempeña, pero... para ir por una curul, una gubernatura o, de perdis, un municipio o delegación.
Nada de considerar los méritos, lo cosa es darle a los leales la oportunidad de mantenerse en el candelero del poder. No se operan los cambios que la circunstancia exige, sino los que la elección reclama. Eso es lo importante, postular al compadre o al familiar a un cargo de elección, aunque la elección esté en un predicamento.
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De no ser por la captura de La Tuta, esta semana se podría dar por perdida. Una más de las muchas que, durante décadas, el país ha perdido. Pero, en fin, la incógnita es qué nuevas piedras pondrá la clase política porque, hombre, con algo se tendrá que tropezar la próxima semana.
sobreaviso12@gmail.com
Fuente: Reforma.
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