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AMLO QUIERE DIPUTADOS CASTRADOS
Noticia publicada a
las 04:19 am 01/03/15
Por: BEATRIZ PAGÉS.
@PagesBeatriz
Ojalá y los otros partidos entiendan bien las señales que está mandando el líder de Morena. La suya sí es la “dictadura perfecta”.
El desgobierno en el PRD está provocando que el partido de Andrés Manuel López Obrador —Movimiento Regeneración Nacional (Morena)— crezca y se convierta,
si no en tercera fuerza, sí en una fracción parlamentaria con capacidad para convertir la Cámara de Diputados en un manicomio.
La crisis del perredismo no debería alegrar a nadie. Su debacle facilita el arribo al poder a una opción de izquierda no sólo populista sino autoritaria y violenta.
Morena, por sus antecedentes, prácticas y características de su organización, no constituye una promesa de enriquecimiento de la democracia mexicana. Más bien, representa una regresión, un peligro para las libertades y la civilidad política.
Morena no es en sentido estricto un partido político. Es un proyecto pensado para rendir culto a la personalidad de un hombre, y donde más que una idea de Estado existe la obsesión de aplicar en México un modelo caricatura de lo que algún día fue el soviet.
López Obrador quiere ser un Mao, un Stalin. Ésos son sus referentes.
En su disco duro, la democracia sólo forma parte de la retórica. De ese discurso donde se tiene que decir lo políticamente correcto para encender a las masas y pasar por líder moral. Pero en el yo interno, existe una postura tiránica que lo lleva a imponer su voluntad por encima de las leyes.
El Salvador acaba de anunciar su intención de contender, por tercera ocasión, como candidato a la Presidencia de la República en 2018. Nuevamente el resentimiento social —agravado por el decrecimiento económico y la falta de credibilidad en los partidos tradicionales— vuelven a encender la aureola del Mesías.
Esta semana conocimos otra faceta de su autoritarismo. Él, tan dado a criticar el sometimiento de los legisladores, tan proclive al uso del término “pelele”, dio a entender que los futuros diputados de su partido van a tener que lavarle el piso, colocarse un velo en el rostro y un cinturón de castidad cuando lleguen al Congreso.
Amenazó a los prospectos para ocupar una curul con expulsarlos de su empresa política si traicionan su partido. Dijo, palabras más, palabras menos, “a la primera traición yo voy a ser el primero en señalarlos y se van a quedar de diputados, pero no en Morena”.
El Mesías no explicó con mucha precisión lo que debe ser interpretado como traición, pero podemos suponerlo.
Seguramente les prohibirá dirigirles la palabra a integrantes de otros partidos políticos, por considerar que todos son corruptos. Obviamente les dirá que los tocará el diablo si llegan a cruzar mirada con el presidente de la república, al cual considera un espurio.
Los morenos tampoco podrán acudir o tener contacto con los ministros de la Corte, porque se trata de unos “vividores”, y entregará a sus diputados una “lista negra” de todos aquellos personajes que para él forman parte de la “mafia del poder”.
Después de darle vuelta una y otra vez a su democrática tómbola —mecanismo por el cual fueron elegidos los diputados plurinominales de Morena—, López Obrador les dijo que lo que quería no eran diputados, sino eunucos.
Legisladores políticamente castrados, aislados del resto para preservar su pureza, formarán una fracción aislada, al margen de todos los acuerdos, negada a todo tipo de negociación, saboteadora de todo, porque para López Obrador la democracia sólo puede ser entendida de una sola manera: o se aprueba lo mío o no se aprueba lo de nadie.
Ojalá y los otros partidos entiendan bien las señales que está mandando el líder de Morena. La suya sí es la “dictadura perfecta”.