La lucha no ha sido fácil ni breve, a la fecha no hay tantas personas que entiendan una de las ideas planteadas por Kapuscinski: el periodismo no es para cínicos, en cambio, es arte.
El mundo es cambiante, en consecuencia lo es el periodismo. Si antes sus avances se daban con lentitud, hoy, en un mundo globalizado básicamente a través de la comunicación, son más acelerados. El mundo se achica a gran velocidad a causa de las nuevas tecnologías que han sido recibidas con entusiasmo por los jóvenes. Internet, desde luego, puede ser arte, sentido de la ética, espíritu de justicia, todo depende de quién maneje la computadora.
Esto nos lleva a un dilema: ¿qué clase de periodistas necesitamos? ¿Los queremos improvisados, superficiales, frívolos, que se limiten al boletín y a las generalidades, o los requerimos convertidos en rigurosos investigadores como Sherlock Holmes o Hércules Poirot, hurgando hasta en los detalles más nimios para ajustarse a la verdad y dándole a su prosa el sentido estético que manejaron
Conrad, Stevenson, Melville y Hemingway?
El periodismo no es sólo la noticia, es la historia de todo un proceso y sus efectos, donde hay seres humanos, dramas, conflictos y resultados preocupantes. De este modo, en la década de los sesenta trabajaron periodistas-literatos comoNorman Mailer, Truman Capote y Tom Wolfe, para desatar una revolución que aún avanza y recupera los mejores elementos del pasado que lo hicieron posible: los novelistas y sus obras de ficción basadas en realidades que inquietan.
La globalización conlleva desafíos que debemos vencer. Uno es la frivolidad, la innegable tendencia a ser superficial en aras de la rapidez y el entretenimiento fácil. Estamos convirtiendo a los lectores en televidentes que apenas reflexionan, que son receptores de emisiones estúpidas.
Entre lo escrito y la televisión, está la radiofonía que se esfuerza por reponerse del éxito de las pantallas y arriesga buscando mejores comunicadores. Pero es en los medios escritos donde aparece sin duda el mejor periodismo.
Los medios electrónicos ganan terreno, vivimos la época de las pantallas y los espectadores pasivos. La prensa escrita —dicen— cede, pierde espacios. Puede ser, lo veremos a largo plazo. Por ahora hay algo que vence a la rapidez electrónica: la prensa escrita. Si bien radio, televisión e internet nos muestran la noticia en el momento mismo en que se da, es el periodismo escrito quien explica el fenómeno y lo analiza minuciosamente. Vemos una declaración de Obama, pero ¿dónde está la reacción seria, profunda, a sus palabras? No en esa misma pantalla. Surge como resultado de la experiencia de quienes ejercen el análisis y la reflexión por escrito.
En toda lógica periodística, los famosos cinco sentidos del periodista de Kapuscinski son seis, pues al estar, ver, oír, compartir y pensar, siempre habrá que añadir escribir. Por ello recomendaba leer poesía, literatura, para embellecer las herramientas del seco y a veces rudo oficio periodístico. Sin esta acción no hay periodismo grande, desaparece la intensidad del texto. Los medios televisivos o radiofónicos parecen sólo necesitar presencias y voces, pero atrás de cada uno de aquellos que trabajan en los glamorosos medios electrónicos, siempre hay un complejo trabajo escrito. Sin la escritura, podemos resumir, el periodismo es palabrería y poca reflexión, verborrea y escasa profundidad en los acontecimientos.
La tarea de comunicar le concede, a quien bien la realiza, una recompensa ilimitada: el agradecimiento y el respeto de una sociedad orientada correctamente. Ahora bien, ¿de dónde sale el periodista ideal que apenas hemos esbozado? Puede formarse en las salas de redacción, como hasta hace un tiempo, pero asimismo egresan de las universidades, donde el joven recibe no sólo los elementos académicos, sino también una clara idea del código moral que debe llevar como escudo y divisa. La corrupción debe cesar del todo. El informador serio se debe a la sociedad y darnos su mayor esfuerzo ético y estético, dejando la arrogancia de lado, allí está su mayor compromiso, no con el político todopoderoso, los partidos o el Estado. Encontrará su mejor sitio junto a los mayores intereses de la nación.
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Fuente: Excélsior.
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