con exigencias de esclarecer los hechos ante la dimensión de la barbarie, seguramente golpearán las presuntas inversiones foráneas que se veían venir al parejo de los ambiciosos del petróleo otrora nuestro.
No dice Videgaray, por ejemplo, que la caída en los precios del crudo mexicano –ochenta y dos dólares por barril cuando hace muy poco rebasaba los doscientos dólares-, no cubrirá siquiera las expectativas de ingresos y, por ende, el plan de egresos se verá considerablemente reducido con la consiguiente paralización de las obras de infraestructura proyectada amén de reducir, al mínimo, las participaciones federales a los estados. A ello nos han llevado no los malos vientos del exterior, generalmente considerados las causas de las devastaciones económicas, sino un deficiente manejo de la administración pública que no considera los avatares y obstáculos que ésta misma crea, por ejemplo adelantando vísperas cuando todo va abaratándose en el país… al nivel macro, se entiende.
Fallaron las predicciones y con ellas la perspectiva de futuro en momentos de intensa presión en los mercados financieros sobre los cuales el intratable Fondo Monetario Internacional señala la presencia de un virus, “el ébola financiero” –es decir, casi mortal por necesidad-, como consecuencia de un mediocre crecimiento a nivel global acaso oficiosamente planeado por quienes quieren provocar un sacudimiento mundial, ahora con dólares y euros y no con balas e invasiones, lo mismo el estadounidense Barack Obama que la Canciller alemana, Ángela Merker quien ya avanzó más, territorialmente, que su antepasado, esto es el líder del Tercer Reich.
Siempre se ha dicho que un “estornudo” de los vecinos del norte produce, sin remedio, un estado gripal o incluso una neumonía entre nosotros. ¿Cuánto más si la visión se generaliza a las naciones del primer mundo, digamos las europeas, contagiadas por una recesión causada por los tremendos desequilibrios entre quienes apostaron por la Unión Europea. Vamos otra vez, parafraseando al doctor Agustín Carstens Carstens, directos hacia una pulmonía complicada con una influenza tan tormentosa como la “porcina”, desatada en 2009, que nos estigmatizó igualmente ante los ojos de los observadores globales. Con estas cartas resulta imposible ser optimistas.
Además, contra la versión oficial, si los ingresos gubernamentales disminuyen por las “alcabalas del crimen” –por llamarlas de alguna manera-, esto es por efecto de la infiltración de los grupos delincuenciales con extensiones hacia fuera de nuestras fronteras, sería imposible, de hecho, tratar de cumplir con los megaproyectos anunciados por el presidente de la República; y tal derivaría en otra línea colonialista: la urgencia de que sean los consorcios del exterior quienes asuman las tareas a costa de exprimir a los mexicanos… como sucedió con las concesiones de las autopistas en “solidaridad”, bajo el mandato de carlos salinas, que debieron ser “rescatadas” por el propio gobierno un periodo después por los desastrosos resultados.
El panorama no pinta nada bien. Los dirigentes del FMI insisten en que deben asumirse reformas urgentes para acelerar el desarrollo. ¿Y cómo hacerlo si es con cargo al erario de cada nación, esto es despojándose de ingresos, como los del petróleo, que fueron garantes de solvencia y soberanía nacionales? Esta debiera ser la cuestión de fondo en esta hora de alto riesgo para México.
Da la impresión que tras la euforia del régimen peñista por las reformas –laboral, educativa, fiscal, energética y de las comunicaciones-, ha venido el encontronazo con la realidad: bastó la nueva exaltación de la barbarie, no sólo en cuanto a los normalistas sacrificados salvajemente en los alrededores de Iguala sino igualmente por la matanza de Tlatlaya comandada por los militares que ahora exigen respeto al “prestigio” del ejército y marchan hacia Los Pinos en demanda de justicia, esto es de perdón, para los soldados encarcelados. Imaginemos que lo anterior se generaliza a quienes concentran poder de fuego en las distintas instancias públicas; sólo nos faltaría observar un desfile de narcotraficantes, como el que ya se dio en los retenes de Michoacán, con destino a la residencia oficial. En este punto no podrá haber salvación posible y es bueno que lo anote el responsable del Ejecutivo federal.
Ahora se alega que la ingobernabilidad no es efecto de las pésimas administraciones estatales, como en Michoacán –perredista, perrdista, priísta e ídem-, o Guerrero –perredista, perredista si bien también peñista en una ambivalencia atroz-, y Sonora –priísta, panista consolidada tras la tragedia en la guardería ABC de Hermosillo con cuarenta y nueve bebés quemados y muertos, además de decenas de heridos con secuelas-, sino igualmente de la desordenada, superficial e indolente mirada del presidente de la República, limitado por su enfermedad a mantener un ritmo propio de un jefe de Estado –esto es los médicos le obligan al reposo y él trata de cumplir cuanto puede-, quien ya no sabe cómo reaccionar de cara a la exaltada opinión pública mundial.
Acaso esta reacción, restando siempre importancia a los peores dramas y considerándolos por rutina como “hechos aislados” –especialmente los que tocan al ejército cuyo prestigio no está muy al alza-, va en sentido contrario al afán de atraer inversiones al país aun cuando las ambiciones de los consorcios foráneos, en las áreas energéticas y de comunicaciones sobre todo, sean tan amplias como la urgencia de atender la recesión en sus respectivos países de origen a costa, claro, de exprimir a los más débiles, entre ellos los mexicanos colocados por debajo de los umbrales de la pobreza global. Y esta inconveniencia acarreará, poco a poco, una mayor indignación entre una sociedad agitada, molesta e inquieta ante los avisos subversivos.
Desde luego, no debemos desestimar otro de los factores relevantes: el anuncio de un grupo guerrillero, el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), para ocupar los espacios que han dejado libres los mandos castrenses obviamente rebasados o demasiado ineficaces de acuerdo al nivel de las infiltraciones de las grandes mafias. No es posible entender cómo el ejército no fue capaz de blindar a una zona de alto riesgo, como lo es Iguala desde hace muchas décadas y más con los antecedentes del criminal alcalde, José Luis Abarca Velázquez, y de los genízaros bajo su mando –ya publicamos las imágenes de los policías bajo arresto y son, sin que suene a racismo, verdaderos perfiles de golpistas y sanguinarios-, quienes se dieron un festín de sangre al lado de sus socios-cómplices narcotraficantes, los de “Guerreros Unidos” bajo el poder de “El Chucky” –menos mal que nunca se encontró con la “maestra” Elba Esther; hubieran formado una pareja indestructible-.
Los hechos en sí no son los que alarman a la comunidad nacional sino cuanto posibilitó llegar a estos extremos. Es interesante apuntar que durante el régimen de calderón, los elementos castrenses cometieron un buen número de atrocidades –casi del alcance de la matanza de Tlatlaya-, sin que se dieran escándalos similares a los actuales en los medios informativos. El ocultamiento de los hechos fue tal que hasta los gobernadores con valor para protestar ante los mandos militares, debieron actuar con cautela y dispuestos a “negociar” las informaciones a cambio de la patraña de aceptar la entrega de algunos uniformados, o supuestos uniformados, como si hubiesen sido los responsables sin llegar jamás a los mandos medios siquiera. Ahora, la soldadesca replica, y marcha incluso a la residencia oficial de Los Pinos, que primero es el supuesto honor de las Fuerzas Armadas y después la justicia y la soberanía nacionales. Si aceptamos esto se derrumbaría el estado de derecho.
Pero, al parecer, más preocupa al gobierno la ausencia de inversiones en el exterior, ahora que los precios del petróleo se sitúan a la baja, que las vidas perdidas por los atropellos de genízaros, militares, mafiosos y guerrilleros. Un ámbito de auténtico terror en ausencia de firmeza en el mando de la República y de opciones viables para la reconstrucción del tejido social.
Debate
¡Cuidado! Las mujeres con pasado se alebrestan en el PAN. Es por demás curioso que el partido en el cual fueron relegadas las damas, durante largo tiempo, al grado de un desequilibrio evidente con las demás fuerzas políticas, ahora sea lo contrario por efecto, acaso, de las riñas intestinas, los arrebatos por el poder y la proclividad del ex presidente calderón por asegurarse un nicho como intocable. Él mismo decía que a López Obrador le había salvado ser miembro y guía de una opción política, el PRD y ahora Morena, porque de otra manera, en 2005, se hubiera procedido penalmente contra él sin escozor alguno; a cambio de ello, se le sometió a un juicio de procedencia inútil, se fue a su casa a esperar su aprehensión, nadie fue por él y acabó siendo candidato presidencial defraudado antes de los escrutinios de 2006. Cuando votamos, el cochinero ya estaba armado.
Pues ahora, “jelipe” como le llama su maltratada consorte –no entiendo las razones por las cuales oculta estos hechos deplorables-, Margarita Zavala Gómez del Campo, se siente en el papel de la “Hillary mexicana” –diría Germán Dehesa-, lista a encaramarse a alguna de las candidaturas de “su” partido, mismo en donde el calderonismo ha logrado la hazaña de reducir la militancia al límite posible: doscientos setenta mil miembros; novecientos menos y se queda sin registro. Sobre los hechos incontrovertibles no existe réplica posible.
Y, de una vez y aprovechando el “tirón”, con un dirigente interino joven y deseoso de poner las cosas en orden cuando el desorden se desborda, Luisa María Calderón Hinojosa, la “cocoíta” y hermana mayor del ex mandatario federal, ya fue proclamada por un sector del PAN como precandidata, lo sería por segunda vez, al gobierno del devastado Michoacán. ¿Ya habrá olvidado su primera intentona, en 2012, cuando fue escoltada por elementos del Estado Mayor Presidencial incluso en los municipios en donde se hacía imposible circular por la presencia de los cárteles sin que pudieran llegar a ellos los otros aspirantes? Ni siquiera el vencedor de la justa, el ahora retirado Fausto Vallejo Figueroa, deshecho política y físicamente y con un hijo en la cárcel, pudo alcanzar este privilegio y ahora se le acusa de haber sido favorecido por los narcos. ¿Y Luisa María, la que sí pudo penetrar a las zonas de los cárteles, está libre de todo pecado? Yo no lo creo, ¿y ustedes?
Las mujeres llevan ventaja y suelen ser menos propensas a la corrupción que los hombres. Pero, a últimas fechas, parecería lo contrario si nos fijamos en la perredista esposa del alcalde Iguala, María de los Ángeles Pineda Villa, quien dominaba la escena rebosante de calaveras. Ya viene el día de muertos.
La anécdota
Líneas arriba se corrobora el nepotismo panista: la esposa y la hermana de uno de los peores ex mandatarios de nuestro país, quien encabezó el régimen de la violencia, calderón sí, están listas a ser reinas del carnaval de las urnas. Y, por si fuera poco, apareció ya el árbol genealógico de Ángel Aguirre Rivero, mandatario de Guerrero, que incluye a un hijo diputado federal y doce familiares más en distintas posiciones de la administración pública.
¿Es esto lo que defienden los perredistas y también López Obrador, quien permaneció en silencio quince días para luego lanzar un tímido reclamo por los sucesos de Iguala el domingo 12 de octubre? Porque, por desgracia, también Andrés Manuel cojea del mismo pie: uno de sus hermanos ya fue alcalde de Macuspana, a su sombra, y el otro era el testaferro de Pablito Salazar Mendiguchía en Chiapas. Por eso se pagan las facturas políticas.
Y panistas y perredistas se quejaban de los orgullos del nepotismo de José López Portillo. Tales por cuales.
Fuente: Azediario.mx
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