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La escena fue grotescamente simbólica, mientras familias celebraban a sus muertos, el sistema político-criminal mexicano producía uno más. El alcalde, a quien medios conservadores bautizaron como "el Bukele mexicano" por la teatralización mediática de la violencia punitiva que exaltaba, recibió múltiples disparos frente a cientos de testigos, incluyendo a su esposa e hijos.
Lo que siguió al asesinato no es nada sorprendente y más bien es predecible. La derecha mexicana, con apoyo de medios nacionales e internacionales, inmediatamente instrumentalizó el asesinato para promover su proyecto fascista, presentando a Manzo como mártir de la democracia. Por otra parte, el gobierno de la 4T ha respondido activando a sus personeros con la retórica de que Manzo es culpable de su propia muerte, evadiendo así su complicidad estructural con la delincuencia y su incapacidad de garantizar seguridad a los ciudadanos.
Entre estos dos extremos, la verdad fundamental permanece oculta. El crimen organizado no es enemigo del Estado mexicano sino uno de sus componentes estructurales; esta muerte, por lo tanto, no representa el colapso del sistema sino su funcionamiento regular, la ejecución de Manzo es apenas otro episodio dentro de sus tensiones internas.
La crisis de seguridad en México no es producto de la debilidad estatal sino de la integración orgánica entre estructuras económicas, políticas y criminales. Esta integración es parte de su funcionamiento y conforma una misma estructura de acumulación, esta estructura no es la ausencia del Estado, más bien es su naturaleza criminal.
El fascismo como solución a la crisis de seguridad
El fascismo contemporáneo no requiere únicamente de movilizaciones de masas, opera mediante promesas de orden inmediato, espectacularización de la violencia estatal y alianzas entre las élites tradicionales, sectores empresariales, fuerzas represivas y la delincuencia organizada.
El modelo Bukele representa la versión latinoamericana de este fascismo del siglo XXI, suspensión de garantías constitucionales y encarcelamiento en masa presentados como orden público, culto al líder fuerte que "sí puede" donde el Estado democrático "no pudo" y un fuerte impulso a la narrativa que legitima la violencia estatal extrema como única respuesta efectiva a la delincuencia, despolitiza las causas estructurales presentándolas como guerra entre el bien y el mal y prepara el terreno para medidas de excepción permanente.
La derecha no lamenta la muerte de Manzo sino que celebra su utilidad póstuma. Los asesinatos fortalecen su narrativa, el Estado democrático es débil, los derechos humanos son lujos que no podemos permitirnos, la solución fascista se presenta entonces no como ruptura violenta sino como continuidad lógica, como realismo político frente al idealismo progresista que "no funciona". Casi cien mil personas encarceladas sin juicio en El Salvador no son violación de derechos sino un modelo a seguir, esta narrativa cobra cada vez más fuerza y en las redes sociales se puede observar la creciente simpatía que despierta, el fascismo también requiere de base social y en México esta crece día con día.
La 4T como facilitadora del fascismo
El gobierno de Sheinbaum responde a la instrumentalización derechista acusando de "buitres" a la oposición, pero esta respuesta encubre su propia responsabilidad estructural. La 4T no combate al narcotráfico, ni siquiera lo controla o administra, la descomposición de sus cuadros es evidente y no es difícil intuir la alianza que tienen con ella algunos de sus miembros más prominentes.
Los escándalos de corrupción y el enriquecimiento inexplicable de funcionarios y familiares cercanos a la 4T, legitiman el discurso de la derecha sobre la ineficiencia estatal y la necesidad de "limpiar" el sistema. Los asesinatos no resueltos, las promesas incumplidas, las acusaciones de complicidad con el crimen fortalecen la narrativa de que sólo la mano dura puede resolver lo que la transformación pacífica no logró.
El fascismo contemporáneo es el camino natural ante las tensiones del capitalismo en descomposición. Trump, Milei, Novoa y Bukele representan variantes del mismo fenómeno. El "debate público" presenta sólo dos falsas opciones: o la 4T corrupta e ineficaz o el fascismo eficiente al estilo de Bukele. Esta dicotomía es una trampa porque ambas opciones sólo representan las contradicciones de la clase dominante en donde las grandes mayorías siempre pierden.
La imagen de Manzo es el producto de una romantización artificial, su modelo punitivo reproducía la misma violencia que decía combatir, la derecha tradicional usa su cadáver para promover más violencia estatal, la 4T sin duda responderá con ella, ambas fuerzas políticas preparan el terreno para la normalización del fascismo. Al final el fascismo sólo sirve para garantizar los intereses de las élites económicas, políticas y criminales.
México ya transita ese camino. La derecha ya tiene su proyecto articulado; sus alianzas internacionales consolidadas, su narrativa de salvación nacional lista para desplegarse tan pronto la crisis de legitimidad de la 4T alcance el punto de quiebre.
La opción al fascismo
El tiempo para evitar el fascismo se agota rápidamente, la historia no perdona a quienes, pudiendo impedirlo, facilitaron su llegada mediante corrupción, complicidad y traición, pero tampoco perdona a quienes, reconociendo el peligro, no construyeron alternativas reales.
La pregunta que el asesinato de Manzo nos plantea no es quién lo mató ni por qué, sino qué proyecto político se fortalece con su muerte y qué estamos dispuestos a hacer para impedirlo. La alternativa no está en elegir entre criminales con o sin uniforme sino en entender que Estado y crimen son una unidad dialéctica, que la violencia es inherente al modelo económico y no accidental, y que sólo la organización popular al margen del sistema de partidos podrá enfrentar a esta maquinaria de muerte.
Esta organización popular debe construirse desde abajo, desde las comunidades que resisten cotidianamente la violencia; significa recuperar el control del territorio, no mediante la militarización sino a través de la organización que construya poder popular real y un horizonte donde la seguridad no se logre mediante el encarcelamiento masivo, ni mediante pactos con criminales, sino a través de la justicia social.
La resistencia al fascismo también requiere desmontar la narrativa del miedo que lo alimenta, esto significa construir medios de comunicación alternativos, espacios de formación política popular, redes de solidaridad que combatan el aislamiento que produce el terror. Significa nombrar claramente a los enemigos, no son los migrantes, no son los jóvenes pobres. Los enemigos son las élites que se benefician de la violencia, los políticos corruptos que pactan con el crimen, los medios que espectacularizan la violencia para vender miedo.
Finalmente, la alternativa al fascismo pasa por construir un proyecto político que ponga en el centro la vida y la dignidad con que de be vivirse, no la acumulación de capital.
E-consulta.
El fascismo crece donde la desesperación encuentra terreno fértil, la única forma de detenerlo es construyendo esperanza materializada en territorios liberados, en comunidades organizadas, en victorias pequeñas pero reales que demuestren que otro mundo es posible.
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