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procedió a formularle juicio sumarísimo, que empezó antier en la noche y terminó en las primeras horas de la mañana de ayer. El jurado falló que debía ser pasado por las armas, y esta sentencia se cumplió a las seis de la mañana de ayer, hora en que un pelotón de soldados mandado por el general Antonio Ríos Zertuche disparó sobre el cuerpo del sentenciado.
En la Secretaria de Guerra y Marina se recibieron escasos detalles sobre la forma en que se efectuó el fusilamiento de Guajardo, pero nosotros nos encontramos en oportunidad de servir una buena Información a nuestros lectores, en vista de la actividad del enviado especial de EI DEMÓCRATA, que nos remitió los mensajes siguientes:
Sensación en Monterrey
Telegrama especial para EL DEMÓCRATA
No se deben pasar por alto los detalles secundarios. Las revelaciones del ajusticiado son tan graves y de tal importancia, que solamente consignándolas íntegras, tal como constan en el acta, pueden ser justipreciadas: Guajardo dijo que se había rebelado en San Pedro de las Colonias, con mil ochocientos hombres y llevando la suma de veinticinco mil pesos. Recorrió, siempre acosado por las fuerzas del Gobierno, los estados de
Zacatecas, Durango, Coahuila, Chihuahua y Nuevo León, en quince días.
Las tremendas declaraciones que hiciera después de vencer aquel mutismo que durante las primeras horas de su cautiverio lo caracterizó, seguramente que sorprenderán a todo mundo. Por lo pronto, es imposible transmitirlas telegráficamente. Obra en mi poder copia del acta, pero la llevaré yo mismo.
Hay hechos, nombres de cosas y personalidades que a no dudarlo tendrán que comparecer ante la justicia.
EL FUSILAMIENTO
Son las seis de la mañana. El sentenciado abandona el cuartel en donde están las fuerzas del general Paulino Navarro, que lo custodiaron, atravesó las calles en medio de las filas de numerosos soldados, pues se temía que algunos elementos intentaran libertarlo.
Guajardo marchaba con paso firme, sumamente sereno. Iba al parecer tranquilo, contemplando con curiosidad casi ingenua a cuantas personas llenaban totalmente las calles. Tal como era examinado por los curiosos, él los examinaba, cambiando, de vez en cuando, frases entrecortadas por la premura del tiempo. Sonreía a los custodios, con quienes conversó durante el recorrido. Sólo de vez en cuando advertí en su rostro signos de nerviosidad; uno de ellos, el que hubiera concluido en el trayecto más de la mitad de una cajetilla de cigarrillos.
Cuando llegó la comitiva a una de las principales avenidas, cuyos balcones estaban atestados de curiosos,
Guajardo, ante la multitud de curiosos que lo contemplaban, se bajó discretamente el sombrero sobro los ojos, caminaba con la vista fija en el pavimento; pero siempre firme, casi marcial, afectando indiferencia.
[…]
Esta, al fin, en el Interior del cuartel de la Terminal, elegido para la ejecución. Detúvose en los dinteles, en espera de órdenes o así me pareció. Más, de improviso, continuó avanzando, hasta llegar a un gran patio, el de las caballadas. Se detuvo en el centro, y fijándose en un grueso paredón donde se notan innumerables Impactos de balas, interrogó a un oficial:
—¿Ese sitio está destinarlo para servirme de fondo, en este último acto de ml vida, en que voy a representar el papel de blanco?
—sí señor —contestó
el interpelado—. Es el sitio escogido.
Después de estas palabras y de escuchar con atención la respuesta del Oficial, examinó, bajo sus gafas oscuras, el enorme paredón. Probablemente quedó complacido de su examen, pues movía la cabeza de arriba a abajo, desplegando un comienzo de sonrisa en la boca. Luego se quitó los antojos, que usaba a causa de una ligera enfermedad de los ojos: los limpió con mucha parsimonia y se los iba a poner nuevamente, pero optó por guardarlos en el bolsillo superior de su americana.
[…]
Un pelotón de soldados del sesenta y cinco batallón se puso a las órdenes del general Ríos Zertuche, quien ordenó que limpiaran y cargaran sus armas. Mientras, al reo se acercó a los agujeros que hay en la pared. Infantilmente los recorría con los dedos. Al fin, el general Ríos Zertuche le dijo que, si quería que se le vendaran los ojos, a lo que contestó negativamente. Con pasos lentos, pero largos, y con la cabeza baja e inmóvil, como si tuviera su pensamiento reconcentrado en alguien, a quien quisiera dedicar su último recuerdo, se trasladó a la miraste del paredón, quedando firme, a medio metro de distancia del muro.
LA DESCARGA
El general Ríos Zertuche se colocó a la derecha del pelotón, ya formado en doble linea de tiradores. Dejó transcurrir algunos momentos, dando tiempo a que Guajardo se arreglara su ropa.
Terminó este el acicalamiento postrero, e hizo una indicación con los ojos para que se cumpliera su destino. Esperó, con el puro en la boca. Y entonces, el general Ríos Zertuche, con voz fuerte y firme, pronunció las trágicas palabras que nos llenaron de febril excitación:
—¡Preparen!..... ¡Apunten!....
Vése la espada del general en lo alto, hasta donde era posible tenerla con el brazo extendido. La diestra de Ríos Zertuche parecía parecía petrificada.
Limpia, la espada, adquiría tonalidades inusitadas. Rápidamente el brazo
que sostenía el arma bajó, y oyóse al mismo tiempo, repentino y nervioso, el firme grito de:
—¡¡Fuego!!....
Una descarga simultánea atronó el espacio, y el cuerpo del ajusticiado se desplomó pesadamente, cayendo sobre su costado izquierdo.... Siete balazos y el tiro de gracia acabaron con la existencia de este hombre, cuya dentadura hincóse en el habano imprescindible. Hubo un largo silencio de contemplación y de tristeza».
Así terminó sus días el victimario de Emiliano Zapata. ¿Qué opinan?, ¿fue un justo final? ¿O consideran que debía ser diferente?
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#historia #México
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