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El aguinaldo no nació en la oficina: primero fue fruta, pan con miel y deseos de prosperidad que los pueblos antiguos intercambiaban para atraer buena fortuna.
Es así como antes de convertirse en una prestación obligatoria, fue un gesto cargado de buenos deseos, salud y prosperidad, nacido del intercambio de obsequios y alimentos en las fiestas de invierno.
De los celtas a Roma: Regalos para atraer la buena suerte
Según el investigador Rafael Sánchez Domingo, de la Universidad de Burgos en España, la costumbre del aguinaldo se remonta al pueblo celta, donde se conocía como eguinad, el regalo de Año Nuevo.
Los celtas —que habitaron buena parte de Europa durante la Edad de Hierro— creían que intercambiar presentes como dátiles o frutos secos traía buena suerte para el año entrante.
Con el tiempo, los regalos se ofrecieron en honor a Strenia, diosa de la salud y la buena suerte, y se convirtieron en parte esencial de las celebraciones de Año Nuevo
Más tarde, los romanos retomaron esta práctica y la llamaron strenae, palabra latina que significaba tanto presagio como obsequio. Con el tiempo, los regalos se ofrecieron en honor a Strenia, diosa de la salud y la buena suerte, y se convirtieron en parte esencial de las celebraciones de Año Nuevo.
En Roma también se acostumbraba acompañar los buenos deseos con regalos como dinero, adornos, “panes de salud” con miel y confites o frutas escarchadas, símbolos de prosperidad y nuevos comienzos.
El aguinaldo mexicano: dulzura y tradición
En México, el término “aguinaldo” tomó un giro festivo. Según la PROFEDET, designa un paquete con frutas de temporada como tejocotes, caña, naranjas, mandarinas, cacahuates y colaciones, que se regala a los niños durante las posadas decembrinas.
Las colaciones, también llamados aguinaldos, en México eran elaboradas con azúcar glass y fécula de maíz, suelen contener trozos de cáscara de cítricos, canela o cacahuate y destacan por sus vivos colores y representaban la celebración del nacimiento del niño Jesús. / Foto: Creative Commons
La gastrónoma Jimena Cuellar Juárez explica que, tradicionalmente, estos obsequios se entregaban en canastas de mimbre o bolsas de celofán, adornadas con cintas y llenas de dulces artesanales. Las colaciones, elaboradas con azúcar glass y fécula de maíz, suelen contener trozos de cáscara de cítricos, canela o cacahuate y destacan por sus vivos colores.
Con el paso del tiempo, detalla Cúellar, las presentaciones se transformaron: las bolsas tradicionales fueron sustituidas por empaques de personajes animados y los dulces artesanales por productos industriales, lo que cambió el valor simbólico (y el costo) de los aguinaldos.
De regalo simbólico a paga extraordinaria
Con el paso de los siglos, esta tradición evolucionó en Europa como una muestra de gratitud hacia quienes ofrecían servicios públicos.
Los faroleros, barrenderos, carteros o lecheros solían visitar los hogares vestidos de gala durante las fiestas navideñas, entregaban una tarjeta de felicitación y recibían una propina voluntaria llamada “aguinaldo”, según la página de PROFEDET.
Con el paso de los siglos, esta tradición evolucionó en Europa como una muestra de gratitud hacia quienes ofrecían servicios públicos, ahora se dan de forma. Esa costumbre dio origen a la cesta navideña, una práctica extendida en España y otras regiones europeas. Originalmente, se llenaba con productos típicos de cada zona —vino, turrones, dulces o embutidos— como símbolo de agradecimiento. Este gesto de generosidad terminó por inspirar la paga extraordinaria moderna, destinada a reconocer el trabajo y esfuerzo del año.
Un obsequio que conserva su esencia
Hoy, aunque el aguinaldo se asocia con la paga obligatoria que reciben los trabajadores cada diciembre, su historia recuerda que nació de un gesto de afecto y buenos deseos. Desde los frutos secos celtas hasta las bolsas de dulces mexicanas, esta tradición sigue cumpliendo su propósito original: compartir alegría, abundancia y esperanza para el año que comienza.
Fuente: Sol de Puebla.
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