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Tormenta en Palacio
Noticia publicada a
las 03:32 am 05/11/25
Por: Enrique Núñez.
La única respuesta será hacerse la víctima, culpar a Calderón de lo acontecido y olvidar que fue su antecesor, Andrés Manuel, quien promovió el lema: ‘abrazos no balazos’.
En Uruapan, en Morelia, en Michoacán y en México, el llamado movimiento del sombrero continúa creciendo, lo alimenta la indignación del asesinato del alcalde Carlos Manzo en plena plaza pública,
también la indolencia del gobierno federal.
La mañanera de ayer nos dejó claro que la presidenta, Claudia Sheinbaum seguirá el manual de AMLO, que en casos como este, en donde su gobierno dejó morir solo a un alcalde que había clamado por ayuda, la única respuesta será hacerse la víctima, culpar a Calderón de lo acontecido y olvidar que fue su antecesor, Andrés Manuel, quien permitió que las organizaciones del crimen se fortalecieran bajo el lema: ‘abrazos no balazos’.
Visiblemente molesta, muy molesta, la presidenta se sacudió las condolencias y el nombre de Carlos Manzo, con la misma velocidad que alguien retira las cenizas de un traje nuevo. En contraste machacó una y otra vez la famosa y ya desgastada ‘Guerra contra el narco, de Felipe Calderón’.
Comenzó a repartir culpas y lo mismo enlistó al expresidente panista que a Genaro García Luna. En el costal también dejó caer el nombre de otro expresidente: Enrique Peña Nieto. Para todos ellos hubo reproches, culpas, responsabilidades, señalamientos.
Pero todo eso se esfumó por arte de magia. La presidenta, que ya cumplió un año en el Palacio Nacional, olvidó que durante seis años López Obrador toleró y alentó a los delincuentes. Su política para no enfrentarlos y sólo acusarlos con su mamá no dio resultados, empeoró la violencia del país. Esa parte de la historia, Claudia Sheinbaum la omitió.
La olvidó, así como evitó mencionar que tras la herida del pueblo bueno de Michoacán que salió a protestar en Morelia, los policías estatales reprimieron a jóvenes que condenaron el asesinato de Carlos Manzo y exigían la renuncia del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla.
Se concentró en el manual, en descalificar a quienes disienten, en acusarlos de ser la derecha, de buscar privilegios, de querer regresar al poder.
En su enfado no hubo una sola línea que hablara de reforzar la seguridad en Uruapan, en Tierra Caliente, en Apatzingán, en Morelia… en Sinaloa, en México. Tampoco una estrategia que permita encauzar toda la ira, el desánimo, el coraje, la frustración, de quienes votaron por Morena y hoy ven como asesinan a sangre fría, frente a niños y en medio de una festividad mexicana.
La presidenta acusa falta de empatía, olvida que es ella, quien tiene la responsabilidad de brindar seguridad a todo el país, a todos los mexicanos, a los que votaron por ella, a quienes le sumaron votos y también, a quienes no apoyaron su proyecto.
Culpar a las benditas redes sociales por ser el medio donde se convoca a marchas, a los comunicadores, a los opositores y hasta a los jóvenes que protestan por el país que les está heredando, no resolverá la crisis de inseguridad.
La tormenta en Palacio Nacional ha comenzado. Las granjas de bots, las amenazas veladas a los medios, la persecución a la oposición y los discursos polarizantes, sólo sumarán más gasolina a la indignación que está reflejándose en las calles.
¿Podrán entenderlo antes de que el caos llegue hasta el zócalo de la Ciudad de México, a las puertas del Palacio Nacional?
Veremos y diremos.