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El vuelo truncado del AIFA
Noticia publicada a
las 03:50 am 02/11/25
Por: José Alberto Sánchez Nava.
“El vuelo se gana en tierra: con técnica, con humildad y con visión de país.”
Un aterrizaje forzoso en la realidad
La decisión del gobierno de Estados Unidos de cancelar todos los vuelos combinados de pasajeros y carga entre el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y su territorio no sólo es un golpe técnico o diplomático.
Es, ante todo, una llamada de atención al corazón de la política aeronáutica mexicana. Detrás de los comunicados fríos y las acusaciones de “violación a acuerdos bilaterales”, se esconde un reclamo más profundo: México ha perdido la brújula en la gestión de su conectividad aérea.
La aviación no es sólo una cuestión de pistas y terminales. Es una expresión del desarrollo logístico, del respeto a los tratados internacionales y de la visión con la que un país se inserta en el comercio global. Hoy, el AIFA enfrenta su primera gran turbulencia, y México tiene la obligación moral y técnica de revisar su altitud antes de que el vuelo se torne en caída libre.
Cuando el proyecto político rebasa al técnico
El AIFA nació con un problema de origen: fue una respuesta política, no un proyecto logístico. La cancelación del aeropuerto de Texcoco y la construcción acelerada del Felipe Ángeles representaron un acto de voluntad presidencial más que una estrategia integral de transporte. Desde entonces, el discurso nacionalista pretendió convertirlo en símbolo de soberanía, pero la soberanía no se impone por decreto ni se construye sobre una pista improvisada.
La reubicación forzosa de operaciones del AICM al AIFA, particularmente en materia de carga, fue un error que hoy cobra factura. La industria aérea no se mueve con consignas, sino con eficiencia, infraestructura y previsibilidad. Estados Unidos, que opera bajo reglas estrictas de competencia, vio en esa decisión una violación al espíritu del acuerdo bilateral que garantiza condiciones equitativas entre aerolíneas.
El problema no es que México busque fortalecer su propio aeropuerto, sino que lo haya hecho sin un consenso técnico, sin un plan gradual, y con un enfoque centralista que desincentiva la cooperación empresarial.
Las grietas estructurales del AIFA
A tres años de su inauguración, el Felipe Ángeles sigue sin consolidarse como un verdadero nodo de conectividad. Su infraestructura, aunque moderna en apariencia, carece de la madurez operativa que caracteriza a los grandes aeropuertos internacionales.
Las limitaciones son evidentes:
Conectividad terrestre insuficiente. El tren suburbano aún no cubre plenamente la demanda esperada y las vías carreteras presentan tramos saturados.
Falta de rutas nacionales alimentadoras. El AIFA no ha logrado ser un punto de conexión entre regiones; funciona más como un destino aislado que como un eje articulador.
Débil atractivo para aerolíneas extranjeras. Sin la masa crítica de pasajeros ni la infraestructura de carga consolidada, su competitividad es baja frente a hubs como Houston, Dallas o incluso Panamá.
En síntesis, el AIFA nació antes de que el país estuviera listo para sostenerlo.
La autocrítica necesaria
México debe hacer una pausa y analizar con serenidad, sin nacionalismos ni dogmas, qué salió mal. El Estado mexicano —no sólo el actual gobierno— ha fallado históricamente en construir una política de aviación coherente. Se improvisan obras, se sustituyen técnicos por operadores políticos, se menosprecian los compromisos internacionales, y se ignora que el cielo también tiene reglas.
La autoridad aeronáutica necesita fortalecerse institucionalmente, ganar autonomía técnica y recuperar la credibilidad perdida ante organismos internacionales. La degradación a Categoría 2 por parte de la FAA hace apenas un par de años fue una advertencia que se atendió tarde y mal. Hoy, la sanción de Washington confirma que la confianza no se decreta, se construye.
Qué debe hacer México para retomar el vuelo
El problema tiene solución, pero requiere humildad, coordinación y visión. México debe:
Restablecer el diálogo bilateral con Estados Unidos, no desde el reclamo político, sino desde la corrección técnica. Las diferencias deben resolverse en mesas de trabajo con expertos, no con discursos.
Fortalecer la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), dotándola de independencia, presupuesto y personal capacitado, para evitar la percepción de subordinación política.
Revisar la política de asignación de slots (horarios de despegue y aterrizaje) en el AICM y el AIFA, buscando equilibrio y eficiencia, no imposición.
Invertir en infraestructura terrestre real, que conecte el AIFA con la red nacional de transporte y lo haga competitivo.
Promover alianzas logísticas y tecnológicas con aerolíneas internacionales y centros de carga para recuperar credibilidad en los mercados.
Si el Felipe Ángeles ha de convertirse en un verdadero aeropuerto internacional, debe dejar de ser un símbolo político para transformarse en una plataforma logística moderna, sostenible y funcional.
Una lección desde el aire
La lección que deja este episodio no es menor. La aviación es el reflejo de cómo un país entiende su propio desarrollo: planificación, disciplina y respeto a la técnica. Hoy, México tiene la oportunidad de convertir esta crisis en un punto de inflexión.
Dejar atrás la soberbia institucional, recuperar el respeto por la especialización y construir una política de Estado —no de sexenio— para el transporte aéreo sería el mejor despegue posible.
El AIFA puede aún volar alto, pero sólo si el gobierno mexicano entiende que la verdadera soberanía no está en imponer decisiones desde la torre de control, sino en aprender a volar en equipo con el mundo.