entre melancólicas y bohemias, siempre han sido un pilar de su narrativa opositora, pero al momento de constituirse en gobierno, su única alternativa ha sido un nacionalismo revanchista y una visión concentradora del poder estatal para mitigar la pobreza con una visión eminentemente asistencialista; no conciben la pobreza como una consecuencia estructural de innumerables deficiencias del Estado; creen que proveyendo dinero en efectivo, los estragos de la marginación desaparecen como por arte de magia; no entienden de la necesidad por establecer un Estado de derecho, nada más para empezar.
Y el gobierno de López Obrador no se escapa de esa maldición de la izquierda tradicional; en su fórmula, muy simplista, consideran que si construyes programas sociales asistenciales de apoyos en efectivo de una cantidad determinada será suficiente para aminorar la pobreza porque solventa necesidades básicas, y con ello es suficiente. El ejercicio de gobierno es mucho más complejo que esto, y más en una falla tan estructural como sistémica, como lo es la pobreza y la marginación social.
Peor aún, creen que la corrupción es un factor determinante de la pobreza; por tanto, si combates la corrupción metiendo a dos o tres peces gordos a la cárcel por actos indebidos en el ejercicio de su función pública será motivo suficiente para construir una alternativa de progreso social. Como parte de una narrativa fantasiosa para ganar elecciones es vendible, pero como política pública para hacer gobierno es un despropósito.
No comprenden la importancia, en primer lugar, de construir un Estado de derecho donde la ley sea el vector fundamental del quehacer social; sin ley no hay normas de convivencia, y sin reglas básicas de convivencia no hay contrato social; por tanto, se carece de una estructura básica de desarrollo y progreso.
Primero un marco de legalidad; después las condiciones para crecimiento económico que permitan la generación de riqueza no desde el Estado, sino desde la propia organización de la sociedad en su conjunto; si hay leyes, reglas y el propósito de generar crecimiento iniciaremos una parte de circulo virtuoso de la generación de riqueza que se complementará con programas de gobierno que fomenten, complementen y contribuyan al progreso social; estos deben estar perfectamente enfocados a la población objetivo que se quiere atender, así como la manera de cómo hacerlo, para que, a su vez, pueda ser medido el avance y la eficacia del programa en cuestión; esto contribuye al progreso social.
Con un Estado de derecho fuerte y confiable que propicie el crecimiento a través de la inversión, el consumo y la producción, y con programas sociales que consoliden el progreso social, construimos las bases de una sociedad más justa, pero esto no lo ve así el gobierno de López Obrador.
Para la 4T, la aplicación de la ley es un mero ejercicio de voluntarismo que si se aplica bien resuelve la corrupción y la injusticia social, y el crecimiento económico es producto del actuar del Estado y de sus brazos operativos en determinados sectores productivos, y el progreso social es la repartición de dinero en efectivo para subsanar las enormes carencias sociales.
En los 18 meses de gobierno no hay un solo trimestre de crecimiento; si no hay crecimiento es porque no hay inversión, y si no hay inversión es que no hay confianza, y si no hay confianza no hay Estado de derecho, y si no hay ni ley ni crecimiento no hay progreso social, y si no hay progreso social hay pobreza y marginación, y si hay decrecimiento, pues, por lógica, se incrementa la pobreza.
Ahora, la cosa se pone peor porque si no hay crecimiento, y sí decrecimiento, se agudiza el cuadro porque viene el cierre de empresas; aumenta el desempleo; aumenta la preocupación y la desesperación social, y sin Estado de derecho, pues, entonces, aumenta la delincuencia y la violencia social; entramos en un cuadro de delicado equilibrio en el pacto social.
Es falso que pueda no haber crecimiento y no aumentar la pobreza; eso está bueno para discurso de templete o para auto engañarse negando la realidad; sí puede suceder claramente lo contrario; puede haber crecimiento y no haber progreso social porque este depende, en gran medida, de la eficaz acción del Estado, pero si no hay decrecimiento, la pobreza aumenta exponencialmente por el desempleo tanto formal como informal en la economía y la caída de los ingresos personales y familiares.
Lo más claro de todo es que el proyecto de la 4T está haciendo agua y se niega a reconocerlo, y, por tanto, a rectificar sus acciones y decisiones, y eso solamente acentúa el daño estructural del círculo económico y le costará mucho salir de este cuadro. No entienden que no entienden; primero deberán construir confianza de la mano de la legalidad y el cumplimento de los contratos adquiridos; luego fomentar la inversión tanto pública como privada para generar crecimiento en todos los sectores vanguardia de este país y que en este momento están severamente dañados por la pandemia del Covid-19; luego ajustar los programas sociales para generar progreso social.
No es posible que sea el propio Coneval, organismo encargado de medir y analizar el avance de la política social en el país, que ellos mismos pusieron, por cierto, quien les diga los enormes vacíos, carencias y ausencias de los programas de la 4T: No tienen padrones sociales confiables; la mayoría no tienen reglas de operación, y los que tienen no respetan sus propias reglas; no tienen identificado su población objetivo; la mayoría tiene subejercicios; no tienen medición operativa interna porque no tienen personal burocrático que le dé seguimiento; en fin. Todo esto en un escenario en el que el propio Coneval señala que se aumentarán los segmentos de pobreza y de pobreza extrema en más de 10 millones.
Si esto continúa de esta manera, en efecto, la 4T estará haciendo historia: Será el gobierno que en el menor tiempo posible haya generado el mayor número de pobres en el país. Un febril empeño de empobrecimiento social.
Fuente: REVISTA IMPACTO.
[Regresar a la página principal] |