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Noticia publicada a
las 03:40 am 18/03/20
Por: Rogelio Martínez DE LA Huerta.
Me pregunta mi opinión sobre el gobierno de Miguel Barbosa en el Estado y no le veo nada favorable para la sociedad, que valga la pena de señalar como un logro de este cambio que traerá perjuicios para Morena en la capital poblana y muchos riesgos para los dineros públicos que se gastan a capricho del gobernador que ni cuenta se dá que va estructurando una estrepitosa caída de su administración.
Observo las actitudes, los lenguajes gestuales, corporales, oculares y los rictus de sus “secretarios” y lo que se aprecia es a un grupo de chambistas que perviven más por la poca paga que por servir a Puebla como lo marcan las reglas de la Ética. ¿Pues qué sucede?
He aquí el quid, una noche charlando con Miguel Barbosa en Tehuacán hace quince años, me dijo con toda formal decisión con que acostumbraba tratar a sus conocidos: “Yo soy un cacique”. De momento no le entendí, porque la palabra en sí es retardataria y contumaz. Ahora lo comprendo, su comportamiento es de cacique y no tiene nada de malo, todavía hay a lo largo y ancho de la república, cientos de caciques que a decir de Jesús Reyes Heroles “son necesarios para el PRI” y Morena lleva ese rumbo, porque hasta este instante la forma en que llevó la tal Yeidckol Polevnsky los trabajos del partido, fueron de una cacica muy loca; pero cacica al fin.
Un cacique por costumbre es ofensivo, insultativo, prepotente, desconoce las elementales reglas de urbanidad, no respeta a sus interlocutores y solo se agacha ante el poder supremo. Pongo como ejemplo al “alazán” tostado (Gonzalo N. Santos) al que López Portillo doblegó de la forma más pinche, cuando de un golpe le arrebató el “Gargaleote”, enorme hacienda en San Luis Potosí. Al final de ese golpe ya no se levantó y se murió.
Babosa ve a los periodistas como muertos de hambre, esto muy aparte de que coman tlacoyos o perdiz bávara, faisán en arroz o esturión al vapor con almendras agridulces y sean rociados con vino del Rhin o con champaña. Pero ellos tienen la culpa, pues a un cacique se le exhibe tal y como es, sin tener que arrastrarse como hacen cientos de pseudoperiodistas que no conocen el oficio, porque lo mismo que les paga el gobierno se los puede pagar el montón de adversarios de ese poder que ya está marcado por el descrédito, el rechazo, la mediocridad y la falta de ÉTICA.
Se están iniciando la transformación de los comités de Morena en los Estados y en julio se harán los del CEN en México. Alfonso Ramírez Cuellar va trabajando como lo marca la pauta de la 4ª T que tiene que coincidir en las elecciones del 2021. En Puebla Barbosa va a meter la mano para clavar a sus mozos, topiles, Macehuales y tecpopoyotes, sin que falte alguno de sus tamemes.
El problema es que Andrés Manuel ya sabe que el C. gobernador poblano tiene el carácter muy difícil y no porque sea de duras decisiones, sino porque su irascible conducta es parte de la terrible patología que ocasiona la diabetes, sin faltar la falta de visión que le impide distinguir a la gente para tratarla con suavidad de político grande y no de cacique de pueblo.
Por ello comenté que, la actitud de cacique de Miguel Barbosa, es más un disfraz que una personalidad, porque si eso fuera, sería la antítesis de lo que es un verdadero POLITICO y eso haría que su destino estuviera marcado por el más terrible fracaso, jamás visto en un gobernador a nivel nacional. Imagínese lector ¿“caciques en pleno 2020” y con gobiernos emanados de una súper votación democrática que solo tuvo tropiezos en Puebla? ¡No puede ser! Que alguien asesore a Barbosa para que deje de hacer tonterías…