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Se recrudece el sadismo de las elites
Noticia publicada a
las 02:36 am 24/04/19
Por: Guillermo Fabela Quiñones.
El recrudecimiento de la violencia en varios estados del país, aunado al clima de impunidad que se vive desde hace décadas, deja ver la fragilidad del Estado de Derecho, y el imperativo del gobierno federal de actuar con tácticas y estrategias acordes con la gravedad de la situación. Es de llamar la atención lo sucedido la semana pasada en Minatitlán, Veracruz, donde con saña bestial fueron masacradas 13 personas en una fiesta por un comando armado.
Como ocurre siempre, los asesinos huyeron sin dejar pistas.
Por si no bastara tan dantesca realidad, siguen entrando a nuestro territorio miles de migrantes por la frontera Sur, con la intención de cruzar hacia Estados Unidos. Pareciera que se trata de acciones concertadas con el fin de desestabilizar al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, y obligarlo a no avanzar en su prometida Cuarta Transformación que, así como están las cosas, se vislumbra muy lejana.
Respecto a la masacre ocurrida en Veracruz, cabe destacar un hecho nada alentador: el choque frontal entre el gobernador y el fiscal del Estado, lo que patentiza una confrontación que reducirá la capacidad de maniobra del gobierno estatal para enfrentar problemas coyunturales prioritarios, como la inseguridad que se arrastra desde hace dos décadas, flagelo que desalienta no sólo las actividades productivas, sino la esperanza de cambio en favor de la población, de por sí golpeada por una clase política corrupta e insensible.
Esta minoría criminal se encuentra a la defensiva, luego de que en el pasado proceso electoral fue barrida por Morena. Son enormes los intereses que serían afectados, los cuales serán defendidos con todos los medios y recursos que tiene a su alcance esa clase política reaccionaria que hará hasta lo indecible por lograr su objetivo de hacer fracasar al primer gobierno surgido de votaciones democráticas, claras y contundentes.
Si está infiltrada dentro del nuevo gobierno, como parece, esa clase política corrupta y sin escrúpulos no cederá espacios sino por la fuerza, como es presumible que suceda, siempre y cuando el presidente López Obrador fracase en su táctica anticrimen por medio de la Guardia Nacional. Esto es lo que quiere la camarilla conservadora, para demostrar que el Ejecutivo está siendo rebasado por los acontecimientos. Sin embargo, no será fácil que los ultras tengan éxito con sus provocaciones, por la madurez del pueblo adquirida en décadas de padecer el sadismo de las élites.
Las clases mayoritarias no permitirán que las aguas se desborden, en ningún caso. Saben que esta es la última oportunidad que tenemos los mexicanos de fundar un Estado de Derecho sin violencia, y que para lograrlo es preciso cerrar filas en torno a un mandatario con voluntad política de hacer su trabajo con sentido social, firme voluntad de cambio democrático y sin poner en riesgo a las instituciones, como sí lo hicieron los anteriores mandatarios reaccionarios y corruptos.
Este grupo faccioso, con suficiente poder para desestabilizar al país, cuenta con Donald Trump como promotor, como lo demuestran sus hechos, entre los más dramáticos, forzar a miles de centroamericanos a ingresar a México sin más perspectiva que sufrir humillaciones y hasta la muerte. Cuando que esto podría evitarse con eficaces políticas de desarrollo en la cintura de América. No lo hace la Casa Blanca para justificar su intervencionismo neofascista, como lo estamos viendo ahora.