—ganadores en la elección del 1 de julio pasado— recibimos una lección sobre los compromisos adquiridos con los ciudadanos en el ejercicio de la función pública.
El primer mensaje contundente fue: aquí todos somos iguales, no hay privilegios para nadie y nuestra tarea esencial es trabajar unidos para ejercer gobiernos eficientes, responsables y honestos.
Nada más elemental, porque el resorte que impulsó el voto masivo de los mexicanos en favor de buscar un cambio, fue el hartazgo.
Era inadmisible soportar más corrupción, impunidad, injusticia, desigualdad, violencia e inseguridad.
El ciudadano reclamó en las urnas nada más, —pero nada menos—, que las cosas cambien, con la esperanza de que se eleve su calidad de vida y la de sus familias.
Exigió terminar con los privilegios, excesos, dispendios, robos y escándalos de una alta burocracia corrupta, descarada e insensible.
Por eso el paso hacia esa Cuarta Transformación, necesariamente, tiene que pasar primero por recuperar los principios y valores originales de la administración pública.
Lo más importante ahora, para quienes tendremos la responsabilidad de gobernar, es recuperar la mística de servicio en la función pública.
Tenemos que centrarnos en atender, resolver y cumplir con las demandas de los votantes y hacerlas realidad en la vida cotidiana.
Estamos obligados a ejercer gobiernos abiertos, prácticamente en caja de cristal, para regresarle la confianza al ciudadano.
La confianza se construye con diálogo permanente, cercanía, transparencia, apertura, austeridad y, sobre todo, con dos ingredientes esenciales: hablar con la verdad y dar resultados.
La gobernanza requiere hoy también del uso responsable de redes sociales, para dar y recibir información relevante, conocer problemas y proponer soluciones.
El servidor público tiene la misión de servir a la más amplia gama de sus semejantes. La administración
pública requiere, en consecuencia, de gobernantes ejemplares, con probada vocación, convicción, sencillez y una auténtica mística de servicio.
En la administración pública, según datos del INEGI, hay más de 5 millones de burócratas, sin considerar a todos los médicos, enfermeras, maestros y policías.
El reto es impulsar a todos esos trabajadores del Estado de los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal, para que a quienes hacen bien su trabajo, los motivemos a redoblar esfuerzos y los reconozcamos.
Pero también tenemos que detectar a quienes están cubriendo cuotas de poder y no tienen oficio ni beneficio para el ciudadano.
El nuevo gobierno tiene que ser austero, servicial, franco, ágil, respetuoso, eficiente, legal, atento, incorruptible y cuidadoso. Muy parecido a esa filosofía que aplicaba en la vida cotidiana la gran beata Teresa de Calcuta.
Es la hora del cambio, de desechar los privilegios, la soberbia y desterrar la burocracia elitista e inactiva, si aspiramos a consumar la Cuarta Transformación del servicio público en México.
Fuente: Crónica.
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