con bienestar y éxito, satisfacciones y logros por un lado, o con fracasos y errores, pérdidas y duelos por otro; así es la vida y todos hemos vivido año con año y aquí estamos, y por una razón u otra nos volvemos a reunir y la charla, después de las fruslerías y los chascarrillos de siempre, con frecuencia deriva en asuntos de salud y bienestar.
Y es entonces cuando nos damos cuenta qué ha hecho con su vida cada uno, porque todos tenemos más o menos la misma edad, todos tenemos más o menos la misma condición social y familiar, pero no todos nos vemos igual, porque para algunos de nuestros compañeros tal parece que el tiempo no pasa e incluso que con el tiempo su apariencia y su presencia es mejor hoy que hace 50 años, están erguidos, pulcramente vestidos, con la mirada atenta, la voz fuerte y siempre con una sonrisa en los labios; pero otros parecen enojados con la vida, y están encorvados, caminan lento, hablan en voz baja y tienen un rictus de dolor o de depresión que se nota de inmediato: la frente con el ceño fruncido, los ojos tristes o preocupados, la ropa descuidada y tal vez algunos lamparones de comida que se cayó y se secó en la camisa o el pantalón.
Y todos, querido viejo, vivimos lo mismo en aquellos años de nuestra adolescencia y juventud, todos teníamos sueños e ilusiones, planes maravillosos para ser felices, tener solvencia y seguridad económica, encontrar a la compañera de nuestra vida, viajar, conocer el mundo y conquistarlo, y tantas y tantas cosas más.
Y en esos tiempos fuimos lectores, ávidos lectores de los libros que aparecían y que nos daban una orientación a nuestra vida; no olvido a Phillip Roth, algunos de cuyos libros nos abrieron los ojos a un mundo diferente; recuerdo El lamento de Portnoy, que nos llevó a cuestionar y discutir durante horas nuestras primeras escaramuzas con la siquiatría.
Recuerdo a Philip Roth porque en uno de sus libros tiene la frase que aparece aquí arriba: “Deja de preocuparte por envejecer y piensa en crecer”, porque lo que vi y escuché en esa reunión con los amigos fueron quejas, muchas quejas, sobre todo físicas, por lo ojos, la columna, la próstata, etcétera, y sociales: la compañera, los hijos, la suegra y tantas y tantas cosas más.
Cuando Philip Roth nos dice que no nos preocupemos por envejecer nos está dando una lección de vida: hay que vivir las 24 horas del día todos los días del año de todos los años que la propia vida nos conceda.
No debemos preocuparnos porque la vista es menos buena que antes, para eso hay lentes y medicamentos y muchas cosas más; y lo mismo sucede con los demás achaques, de los oídos, la dentadura, los huesos, el corazón, etcétera, que son simplemente resultado de que pasa el tiempo, y como me decía un entrañable amigo que ha sufrido varias enfermedades: “Mi cuerpo está enfermo, pero yo no”, y creo que ésa es una enorme lección de optimismo.
Porque, además, quienes nos rodean responden a cómo nosotros nos acercamos y hacemos contacto; te invito a que siempre que veas a alguien y lo vayas a saludar, lo hagas con una sonrisa, y te apuesto que te devolverá la sonrisa; y si también cuando te preguntan cómo estás respondes ¡bien y de buenas!, verás el resultado.
O sea, que tú decides cómo vivir estos años, que pueden ser los más satisfactorios de tu vida si los vives con optimismo y alegría.
Y si tienes experiencias al respecto, escríbeme, cuéntame cómo te va con tus compañeros de escuela, y aquí lo comentaremos.
Médico y escritor
Facebook Bien y de Buenas Rafael Álvarez Cordero
Fuente: Excélsior.
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