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EL CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Noticia publicada a
las 04:21 am 18/11/17
Por: José Fernández Santillán.
A la revolución rusa generalmente se le conoce como la revolución de octubre en vista de que inició, según el calendario juliano, el 25 de octubre de 1917. No obstante, el nuevo gobierno comunista adoptó el calendario gregoriano, que rige al mundo occidental. De esta suerte, la fecha en que se registraron aquellos acontecimientos es el 7 de noviembre de 1917. Así pues, la semana pasada se cumplió el centenario del estallido que depuso a la dinastía de los Romanov.
Es curioso y no carente de significado que la revolución comunista no hubiese triunfado, como lo previó Marx, en donde “las condiciones estuviesen dadas para que las fuerzas productivas entrasen en contradicción con las relaciones de producción”; vale decir, el autor de El Capital, pensó que el conflicto armado sobrevendría en aquellos países que hubiesen alcanzado un mayor grado de desarrollo industrial y en los que, en consecuencia, la clase obrera hubiese adquirido un más alto nivel de madurez (Inglaterra o Francia).
En contraste, la revolución marxista triunfó en un país atrasado, semifeudal; pero en el cual la organización de un Partido Comunista siguió a pie juntillas las indicaciones del filósofo de Tréveris.
Cualquiera que sea nuestra opinión sobre el desenlace del comunismo soviético, debemos aceptar que se trató de una lucha social en contra de un régimen oprobioso que mantenía formas de dominación político y económico propio de la época feudal.
Cuando se logró el triunfo, efectivamente, muchos creyeron que se había logrado “el asalto al cielo” y que las tesis de Marx se haría realidad: “pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad.”
No obstante, como dice Hegel, “las duras réplicas de la historia” marcaron hacia otro rumbo: ciertamente, se lograron cosas impresionantes a nivel de bienestar social. El problema fue que en el seno de la dirigencia bolchevique comenzó una lucha despiadada por el poder; lucha que ganó Joseph Stalin quien, literalmente, acabó con todos los bolcheviques (incluido Trotsky a quien mandó asesinar aquí en México el 21 de agosto de 1940). Stalin convirtió a la dictadura del proletariado en una dictadura personal que duró hasta su muerte el 5 de marzo de 1953.
Es importante reconocer la aportación que brindó el Ejército Rojo a la derrota de la Wehrmacht de Hitler, en especial en la batalla de Stalingrado escenificada entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943. De allí, los soviéticos fueron echando para atrás a los nazis hasta llegar a Berlín y tomar el bunker del Führer; los territorios “liberados” fueron anexados al sistema socialista.
Pero para esos pueblos tal “liberación” se tradujo en una insoportable “opresión”. Allí están, como ejemplo, los levantamientos en Alemania Oriental (1953), en Hungría (1956) que incluyó el asesinato del Presidente Imre Nagy; la invasión de Checoslovaquia (1968) con la emblemática inmolación de Jan Palach en la Plaza de San Wenceslao); el levantamiento de Solidarnosc en Polonia que fue reprimido por la URSS en 1981.
La utopía marxista se convirtió en la antiutopia stalinista. Los pueblos que sufrieron los rigores del autoritarismo burocrático no soportaron más y se lanzaron a las calles y plazas para pedir libertad. Y así, en 1989 (annus mirabilis), los gobiernos títere de la Unión Soviética en Hungría, Checoslovaquia, Alemania del Este, Polonia, se derrumbaron. Esos países recuperaron la democracia liberal. Por eso Jürgen Habermas llamó a este movimiento “la revolución recuperante”.
En efecto, recuperante de los principios y valores de la ilustración.
Al desmoronarse el totalitarismo, es decir, el monopolio de un solo partido en el ámbito político, de una sola verdad en la esfera de la cultura y de una sola economía, se desencadenaron potencias sociales que habían westado contenidas por el dogmatismo y la represión sistemática. En las manifestaciones multitudinarias cayeron de sus pedestales las estatuas de Marx, Engels, Lenin y Stalin como símbolos del oprobio.
La Unión Soviética se desmembró en 1991. Pero eh aquí que Rusia ha caído de nuevo en la autocracia; en la concentración del poder en un solo hombre, Vladimir Putin. En Rusia han renacido las aspiraciones expansionistas. Allí está, como ejemplo, la invasión de Crimea en 2014 y la injerencia cibernética en elecciones como las llevadas a cabo en Estados Unidos, la Gran Bretaña, Austria, Italia, Finlandia, Alemania, Francia, Holanda, y, recientemente el referéndum catalán.
Javier Tejado Dondé en su artículo “Hackers rusos tras el INE y el 2018” (El Universal 24-10-17) da cuenta “que desde computadoras en Rusia se viene haciendo el mayor número de accesos en el sitio votoextranjero.mx (el portal del INE que por primera vez permitirá votar desde el extranjero para la elección presidencial).” Añade que “el 65% de los accesos de Rusia provienen de San Petesburgo; allí están instalados los principales hackers y una importante cantidad de granjas de ‘bots’.”
Pero ¿por qué estarían interesados los rusos en las elecciones mexicanas? Porque somos vecinos de Estados Unidos y porque hay toda una estrategia para impulsar una suerte de “internacional populista” en vista del estrepitoso fracaso de la “internacional comunista.”