Ese apoyo es más grande en las naciones desarrolladas. En todos los países, las opiniones pro-democracia coexisten con la aceptación de formas no democráticas: gobierno de expertos, gobierno de “líder fuerte” y gobierno militar.
Hay una correlación clarísima, en todas las naciones, respecto a las posiciones ideológicas. En todas, quienes se identifican con posiciones conservadoras o de derecha, tienen un menor compromiso con la democracia representativa.
Según la encuesta, el 78% de los habitantes del mundo entrevistados está de acuerdo con la democracia representativa. Las cotas más altas están en Suecia y Alemania; las más bajas, en Jordania, Túnez, Perú y México.
En nuestro país, sólo 9% califica como “fuertemente pro-democracia”: es decir, que acepta sólo el régimen de gobierno representativo; 48% es “democrático poco profundo” (prefiere la democracia, pero acepta otro tipo de régimen) y 27% está abiertamente en contra de la democracia representativa.
En todas las naciones hay una correlación positiva entre nivel educativo y preferencia por la democracia. Quienes tienen menos estudios son quienes tienden a preferir un “líder fuerte que pueda tomar decisiones sin interferencia del Congreso o de las cortes”. Eso ya lo vimos, por ejemplo, en las elecciones estadunidenses.
En lo referente a satisfacción general con la democracia, hay división de opiniones a escala mundial, con un 46% satisfecho y un 52% insatisfecho con “la manera cómo funciona la democracia en su país”. Pero esa media esconde grandes diferencias: mientras en Suecia, Holanda o India, la satisfacción es ampliamente mayoritaria, muy por arriba del 70%, hay naciones sacudidas por problemas de corrupción, como Italia, España, Corea del Sur o Brasil, donde la satisfacción apenas supera el 20%. Y hay casos extremos: según la encuesta, sólo el 6% de los mexicanos está satisfecho con el funcionamiento de la democracia en el país. El último lugar en el mundo.
Pew Research ubica dos tipos de correlaciones a este respecto. Por un lado, quienes creen que la economía va bien, tienden a valorar positivamente el funcionamiento de la democracia –y viceversa–. Por el otro, quienes apoyan al gobierno nacional en funciones también valoran más a la democracia. La combinación de una percepción social negativa sobre el comportamiento económico –que es algo endémico en México, casi con independencia de la economía– y una baja estima al gobierno en turno, genera un entorno tóxico para la apreciación de los valores democráticos.
Internacionalmente, es baja la confianza en los gobiernos. Pero es más baja en el sur de Europa, el Medio Oriente y América Latina. México es el país en el que menos gente responde “mucha confianza”, pero empata con España y supera a Grecia, Chile, Colombia y Perú, si sumamos “algo de confianza”.
Un hallazgo del estudio es que quienes simpatizan con los partidos neopopulistas en Europa son, de manera sistemática, quienes menos confianza tienen en el gobierno. También da cuenta de que, allí donde la economía crece por encima de la media mundial, la confianza en el gobierno suele ser mayor (una correlación positiva, pero que no es de hierro, como lo demuestra el caso peruano).
La encuesta también preguntó si la democracia directa –voto ciudadano sobre temas nacionales– era una buena manera de gobernar el país. En el caso mexicano, 62% se manifestó a favor, y 30% en contra, más o menos en la media mundial. En Europa, los simpatizantes de los partidos populistas de izquierda y de derecha son los que más favorecen una democracia referendataria (en España son los simpatizantes de Podemos, en Alemania, los neonazis, en Italia, los del Movimiento 5 Estrellas). En cambio, en México lo notable fue la brecha generacional: los jóvenes entre 18 y 29 años están ampliamente a favor de este método; los mayores de 50, prefieren a los representantes que un referéndum.
Un gobierno de expertos más poderosos que los políticos elegidos, es decir una tecnocracia, resultó ser opción bastante mejor evaluada internacionalmente de lo que se pensaría a primera vista. A 49% del mundo le gusta la idea; a 46%, le disgusta.
En Asia-Pacífico es amplia la mayoría que prefiere a los expertos contra los electos; en Europa, Canadá y Estados Unidos sucede lo contrario. En América Latina, México es el país más proclive a preferir un gobierno “de expertos” no elegidos: a 53% de los encuestados le pareció buena idea.
En sólo tres de los países encuestados es bien vista la figura de un “líder fuerte” del Ejecutivo, que pasa por encima de los otros poderes. Todos están en Asia. Y en uno de ellos, donde el 50% lo apoya, votaron por él, con consecuencias terribles: Filipinas y Duterte.
En América Latina, México y Brasil son los dos países con más ganas de ese “líder fuerte”, con 27% (no casualmente, es el mismo porcentaje en México al que no le gusta, de plano, la democracia). Es una minoría, pero no de tamaño despreciable.
Como era de suponerse, las personas con menos estudios y quienes tienen posiciones de derecha son quienes más se identifican con la idea de líder fuerte (o, incluso, de gobierno militar). La figura del autócrata no es popular, pero está lejos de ser desechada del imaginario popular.
¿Qué nos dicen estas cifras, expuestas rápidamente, respecto a México? Que la mayoría quiere democracia, pero está insatisfecha con ella, una de las insatisfacciones más grandes del mundo. Que la insatisfacción está estrechamente ligada con la percepción económica y con la desafección al gobierno en turno. Que a los jóvenes les interesa la democracia directa. Que en muchas respuestas una parte del país parece lista a echarse en brazos del populismo. Y que, si ese populismo quiere parecerse a su votante probable, será cada vez más simplista, más de derecha y menos de una supuesta izquierda.
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Fuente: Crónica.
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