¿Mal de ojo? Sigo con la cita: “Es el nombre de acción, efecto o cualidad del verbo invidere, compuesto de in- (hacia el interior) y videre (ver), que originalmente quiere decir ‘meter la mirada dentro’, ‘meter el ojo dentro’, aojar, y después ya mirar con malos ojos...”.
Carajo, quizá le estoy haciendo el mal de ojo a Aristegui. Porque, es un hecho, lo más probable sea que la critique porque la envidio.
Pero...
La jactancia de Carmen
Pienso que la gran periodista está cayendo en la jactancia, que según Albert Camus es uno de los grandes riesgos que enfrentamos todos los que nos dedicamos al oficio de informar y opinar.
Dijo el pensador francés: “Por querer lo mejor, se dedica uno a juzgar lo peor... uno puede adoptar la actitud sistemática del juez, del maestro de escuela o del profesor de moral”.
Y de ahí “a la jactancia o a la tontería no hay más que un paso”.
Si Camus, que era un genio, no estaba seguro de haber escapado siempre al peligro de creer que tenía “la superioridad de los que no se equivocan jamás”, imaginemos lo que la vanidad puede hacer con periodistas menores.
Sí, hablo de la vanidad de Carmen Aristegui. Y sí, la considero la más grande periodista de México. Pero, frente a gigantes del oficio, no deja ella de ser menor.
¿Si Carmen es menor, yo qué soy? Desde luego, un pigmeo que le quiere hacer el mal de ojo. Me siento tan mal por ello, pero...
¿Por qué pidió perdón EPN?
El presidente de México dijo, que no hubo nada indebido en la compra que hizo su esposa, Angélica Rivera, de la Casa Blanca.
Se disculpó porque ese hecho, perfectamente legal, ofendió a buena parte de la sociedad mexicana.
¿Puede algo que es correcto ofender a tanta gente?
Claro que sí, ya que la ofensa muchas veces tiene que ver más con lo que parece que con la realidad.
El perdón es un concepto de la teología y la ética y así hay que entenderlo.
Un postulado de la teología enseña que el tamaño de la ofensa lo mide el que cree recibirla y no la persona que supuestamente la realiza.
La sociedad se sintió ofendida por la forma en que se hizo una operación inmobiliaria, entonces EPN se disculpó.
Carmen no perdona, y qué chingaos
La persona que no es capaz de perdonar tiene, en el mejor de los casos, problemas para entender los principios morales básicos.
En el citado sitio chileno de etimologías, alguien que firma como Joserasa dice que el significado de “perdonar”, en su origen, “alude a la experiencia, tan esencial para los humanos, de no tomar en cuenta el mal recibido ni buscar venganza, porque todos cometemos faltas y necesitamos indulgencia. Perdonar, en suma, es seguir dando o no dejar de darnos lo que todos necesitamos para seguir disfrutando el don de la vida, a pesar de las ofensas recibidas o los fallos que cometemos unos con otros. Si amar es dar, perdonar es seguir amando”.
Para el obispo Jean Laffite, cuando pide perdón el ofensor espera una respuesta. Al solicitar ser perdonado el que ha causado la ofensa entra en la perspectiva del ofendido y se vuelve dependiente de este.
El presidente Peña Nieto espera que el ofendido, que es el pueblo mexicano, lo perdone. Y se le perdonará, pero no resultará sencillo.
Lo que pasa es que en política resulta muy complicado el proceso que lleva a un pueblo a perdonar a su gobernante.
La complejidad, que es enorme, surge sobre todo del hecho de que operan fuerzas políticas –también periodísticas, por supuesto– que no desean que el perdón se otorgue.
Andrés Manuel como árbitro moral
Dos protagonistas de la vida pública mexicana, un político y una periodista, fuertemente actúan para que no se le conceda a EPN el perdón que ha solicitado.
El político, Andrés Manuel López Obrador, dice que el perdón que ha pedido Peña Nieto “no convence”.
Supe lo que dijo el obispo Laffitte sobre el perdón por un ensayo de Mario Silar, experto en el tema. Este estudioso argentino, católico, piensa que “en la capacidad humana de perdonar se halla un modo de triunfo de la libertad sobre el mal”.
¿Quién es Andrés Manuel para determinar si una petición de perdón “convence” o no?
El querido señor López Obrador presume de vivir bajo la ética cristiana. Si fuera cierto, sabría que “donde no hay perdón, es el mal el que impone su propia ley y su necesidad”, cito de nuevo a Mario Silar.
Andrés Manuel sabe que no hubo ninguna ilegalidad en la compra de la Casa Blanca. Acusaciones infundadas de ese tipo las ha sufrido el propio López Obrador. Pero el dirigente de Morena jamás ha hecho nada indebido. Peña Nieto, tampoco.
Andrés no pidió perdón cuando quizá debió hacerlo
No quiso AMLO pedir perdón cuando se descubrió que muchos de sus colaboradores recibían dinero ilegal de Carlos Ahumada.
Hasta los mejores amigos de Andrés Manuel le sugerían disculparse, pero el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal se negó a hacerlo.
Fue su decisión y se respeta. Pero, tal vez, si con humildad se hubiera disculpado por algo que ofendió a tantos ciudadanos, ni con el fraude electoral el PAN y el PRI le habrían impedido ganar la Presidencia en 2006. Nunca lo sabremos.
Andrés, que no pidió perdón, ahora dice que no le “convence” el perdón que ha solicitado EPN.
¿Es López Obrador el gran juez moral de México? Desde luego que no. Creo que, inclusive, sus nociones sobre la ética no son sólidas. Si lo fueran, entendería que el perdón debe darse a quien lo pide, sobre todo si, como es el caso, la ofensa llegó por una falta más aparente que real.
Aristegui: el perdón no vale si no se lo piden a ella
Carmen no quiere que se perdone a EPN si no le regresan su trabajo en la empresa MVS.
Está confundida. No fue el presidente Peña Nieto el que le quitó su empleo, sino el empresario Joaquín Vargas.
Como no es heroico perder un espacio radiofónico simple y sencillamente por una diferencia de criterio con el patrón, entonces ella ha contado la historia de que la echaron de MVS por presiones de Los Pinos.
Una cosa es que haya salido de MVS por el manejo, sumamente exagerado, del tema de la Casa Blanca. Otra, que el gobierno haya exigido su salida.
Dice Carmen Aristegui que EPN mece la cuna de un medio tan poderoso como MVS. ¿En serio piensa eso? En México no hay nadie capaz de obligar a MVS a hacer nada.
Durante años, desde antes de la campaña electoral de 2012, la señora Aristegui criticó en MVS todo lo que quiso a EPN.
Inclusive, el reportaje de la Casa Blanca la periodista lo comentó a diario, durante meses, en MVS.
Peña Nieto nunca se quejó. Si a Joaquín Vargas le pareció que tenía que exigirle a Carmen que cambiara un poco de tema, y que además no usara recursos de la empresa para fortalecer a proyectos ajenos a MVS, era su derecho como propietario.
Carmen no aceptó que se le dijera nada. Entonces, la despidieron. Seguramente ella pensó que no se iban a atrever a echarla, por el costo en términos de imagen para MVS, pero el señor Vargas se hartó y la corrió.
Creo que fue un error de Joaquín Vargas. Pero, en todo caso, fue su error, no el de Peña Nieto.
El error de EPN y su señora fue la forma en que se realizó la compra de la Casa Blanca. Ya lo corrigieron: la Casa Blanca dejó de pertenecer a Angélica Rivera y Peña Nieto pidió perdón.
En el caso del despido de Carmen, el que debe corregir las cosas –si quiere, y si no, pues no– es Joaquín Vargas.
Pero a Carmen no le parece sincera la petición presidencial de perdón solo porque no incluye la restitución de su trabajo.
Las reseñas de prensa para dar de comer al ego
La periodista ha hecho de lo anterior un asunto periodístico que ha sido comentado en no pocos medios. Y Carmen lo presume. En su sitio de internet están las reseñas de todas las notas que se han publicado en periódicos de México, Estados Unidos y Reino Unido.
Qué satisfecha se debe sentir la señora Aristegui: tan famosa y laureada ella.
Muy probablemente hablo desde la envidia que le tengo. Y, quizá, le deseo el mal de ojo, que es el significado original de la palabra.
Pero creo que ella, con tanto publicar notas sobre sí misma en su sitio de internet, ha caído en la jactancia, que es uno de los grandes peligros que enfrenta el periodista, como dijo Albert Camus.
Jactanciosa y arrogante se ve la admirada periodista cuando, es un hecho, con la publicación de tantas notas sobre sí misma en su propio sitio no sólo busca alimentar su vanidad, sino mandar el mensaje de que si Peña Nieto desea ser perdonado por el pueblo es a ella a la que debe pedir perdón.
¿El pueblo son Carmen y Andrés?
La tentación de sentirse de la estatura de Luis XIV normalmente no la resisten las figuras populares, como la respetada señora Aristegui y el querido Andrés Manuel.
El problema es que no se quedan solamente en la adoración de sí mismos, sino que, al tener numerosos seguidores, con sus actitudes siembran odio en una sociedad que necesita reconciliación y no más divisiones.
Ojalá algún día todos entendamos el significado de la expresión de Nietzsche con la que empieza el ensayo Moral y política de Albert Camus: “Es preferible morir a odiar y temer: es preferible morir dos veces a hacerse odiar y temer: esta deberá ser, algún día, la suprema máxima de toda sociedad organizada políticamente”.
Cuánto vamos a ganar el día que dejemos de odiar.
La periodista y el político que se saben queridos por muchos y, por lo tanto, saben cómo generar temor terminan siendo odiados por otros tantos.
Es el círculo vicioso que lleva a más odio y más miedo.
Fuente: Sdpnoticias.com
[Regresar a la página principal] |