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Coincidencia de dos macabras historias
Noticia publicada a
las 05:17 am 13/02/16
Por: Leo Zuckermann.
Segunda coincidencia: los han buscado por mar y tierra, pero no los han encontrado. Tanto en Guerrero como en Veracruz, las fuerzas federales desplegaron sendos operativos de búsqueda sin resultados positivos.
Resulta espeluznante la similitud de la desaparición, en septiembre de 2014, de 43 normalistas en Iguala, Guerrero,
con la ocurrida a cinco jóvenes, el 11 de enero de este año, en Tierra Blanca, Veracruz. ¿Cómo es posible, después del escándalo mundial que se armó por los estudiantes de Ayotzinapa, que volviera a suceder algo tan parecido?
Primera coincidencia: fue la policía. En el caso de Iguala, la municipal. En el de Tierra Blanca, la estatal. Utilizando sus uniformes, placas y armas —que pagamos los contribuyentes y que son el símbolo de su autoridad legal y, supuestamente, legítima—, los oficiales de la ley detuvieron a los jóvenes y, en lugar de liberarlos o ponerlos a disposición de un Ministerio Público, los secuestraron cual viles delincuentes. Acto seguido, los muchachos de Guerrero y Veracruz desaparecieron.
Segunda coincidencia: los han buscado por mar y tierra, pero no los han encontrado. Tanto en Guerrero como en Veracruz, las fuerzas federales desplegaron sendos operativos de búsqueda sin resultados positivos.
Tercera coincidencia: al día de hoy no se sabe qué pasó con los secuestrados. En Iguala se dice que los policías se los entregaron a un grupo del crimen organizado local, los Guerreros Unidos, quien habría procedido a torturarlos, asesinarlos, calcinarlos y echar sus cenizas al río. En Tierra Blanca se sospecha que la policía veracruzana también habría entregado a los jóvenes a un grupo de delincuentes organizados del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Cuarta coincidencia: hubo un intento de criminalizar a las víctimas. En Iguala se habló de la posibilidad de que algunos estudiantes de Ayotzinapa estuvieran ligados a un grupo criminal opuesto a Guerreros Unidos. En Veracruz se mencionó el posible involucramiento de los jóvenes con una banda que robaba combustible de los ductos de Pemex. Nada se comprobó al respecto. Y, aunque fuera cierto, es un escándalo que la policía actúe como secuestradores y/o sicarios al servicio de los delincuentes. Insisto, sin embargo, que las autoridades sólo filtraron rumores de que los jóvenes de Ayotzinapa y los de Tierra Blanca andaban por malos pasos.
Quinta coincidencia: lo único que encontraron fueron pequeños fragmentos óseos de algunos de los desaparecidos. En el caso de Iguala, un par de diminutas piezas fueron halladas en el basurero de Cocula; la Universidad de Innsbruck, en Austria, por medio de un sofisticado análisis de ADN, las identificaron como restos deAlexander Mora Venancio y Jhosivani Guerrero de la Cruz. Dos de 43. En el caso de Tierra Blanca, en un rancho de Veracruz encontraron un fragmento de hueso y una mancha de sangre en un pedazo de playera; el laboratorio de la Policía Federal los identificó como pertenecientes a Bernardo Benítez Arróniz y Alfredo González Díaz. Dos de cinco.
Sexta coincidencia: hay muchos detenidos y, sin embargo, ni se han encontrado a los desaparecidos ni se ha sabido realmente qué pasó con ellos. En el caso de Iguala, hay 111 personas tras las rejas por el presunto secuestro y homicidio de los normalistas: policías municipales de Iguala y Cocula, miembros del grupo criminalGuerreros Unidos, el presidente municipal que dio la orden de detenerlos y su esposa. En el caso de Tierra Blanca, hay siete policías estatales detenidos y el presunto jefe del Cártel de Jalisco Nueva Generación en ese municipio.
Séptima coincidencia: las familias no aceptan los resultados de las investigaciones. Los padres de los normalistas de Ayotzinapa no creen la versión que, en su momento, presentó el procurador general de la República y que luego fue ampliamente cuestionada por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Lo mismo con los de Tierra Blanca. La familia de Bernardo Benítez demanda una segunda prueba de ADN, de un laboratorio independiente, y la de Alfredo González se rehúsa a aceptar que está muerto sólo porque encontraron una mancha con su sangre. Todos siguen teniendo la esperanza de algún día hallar a sus hijos y saber qué pasó con ellos.
Octava coincidencia: las familias no le creen al gobierno. Ni siquiera al federal, que es el que más los ha ayudado. Se entiende porque, al final del día, estas dos macabras historias comenzaron cuando policías del Estado mexicano secuestraron a sus hijos.