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Candidaturas independientes, ¿de quién?
Noticia publicada a
las 03:43 am 09/10/15
Por: HUMBERTO MUSACCHIO.
Dicen que lo único peor que un político es un mal político, pero nada garantiza que un improvisado sea mejor que un político de carrera. El asunto viene a cuento ahora que se discuten las candidaturas independientes, a las que han colgado cualidades casi celestiales para contrastarlas con la desastrosa imagen que, merecidamente, tienen los profesionales de la cosa pública.
En México data del maderismo el voto universal, directo y secreto —para las mujeres desde 1953—, algo que los beatos de la democracia creen que es no sólo la mejor manera, sino la única de ejercer el derecho de elección, que es prácticamente a lo que se limita la intervención decisoria de los ciudadanos.
En los primeros años de la revolución rusa se discutió si la democracia se debía ejercer mediante el voto secreto, a lo que se opuso Lenin, pues en ese procedimiento veía el germen de un proceso que llevaría a la falta de representatividad y al alejamiento de los elegidos respecto de sus electores, lo que se podía combatir —decía o creía— mediante la democracia directa, asambleísta, con voto a mano alzada, lo que todavía existe en Cuba y en otras —pocas— naciones.
Pero sea directa o indirecta, la democracia atraviesa por una profunda crisis de representatividad. En Grecia se convoca a un plebiscito para que luego el gobernante haga exactamente lo contrario de lo que votaron los ciudadanos. En España el neofranquismo o en México los priistas, asumen que si ganan una elección eso les da carta blanca para conculcar libertades, reducir derechos y malbaratar el patrimonio público.
En esa oposición entre las promesas y las realidades radica la gran decepción que suscita hoy la democracia, los partidos y sus candidatos, en una época en que se borran las diferencias entre las formaciones políticas y todos tienden a parecer iguales. En México lo hemos constatado: durante 12 años el PAN desplazó del poder al PRI, pero gobernó como él, con corrupción, ineficiencia y desorden; el PRD, para no ser menos, se empeña en ser un nuevo PRI, experto en el prevaricato y el desprecio por los ciudadanos.
Ante el desolador panorama electoral, las candidaturas independientes aparecen como la alternativa a los partidos y sus representantes. Sin embargo, para confirmarlo habrá que observar con lupa la actuación de los candidatos independientes que triunfaron en las recientes elecciones federales, más allá de que los casos de El Bronco y Manuel Clouthier han despertado un interés legítimo por las opciones no partidarias.
Sin embargo, habría que preguntarse qué tan independientes son los independientes. Por ideología, Clouthier es un panista sin partido y habría que preguntarle de dónde salieron los fondos para su campaña. Por su parte, Jaime Rodríguez El Bronco fue durante 30 años un disciplinado y tenaz cuadro del PRI, pero cuando en su partido le cerraron el camino a la gubernatura, tomó un atajo y triunfó. Su victoria se produjo con el voto de la mayoría de los neoleoneses, sí, pero con un impresionante apoyo de los grandes empresarios de Monterrey, de su dinero y de sus medios de comunicación. El Bronco fue el candidato de la plutocracia norteña y, ahora, deberá gobernar en favor de quien lo patrocinó.
Además, El Bronco no es mal visto por sus antiguos correligionarios. Ya Manlio Fabio Beltrones declaró que su partido apoyaría al flamante gobernador. El mismo líder priista también dio su bendición a las candidaturas independientes que son, dijo, “un acicate para los partidos”, y también Ricardo Anaya, dirigente del PAN, se ha mostrado partidario de abrirles paso.
La pregunta obligada sería: ¿Y desde cuándo tan demócratas? La respuesta es obvia: desde que Andrés Manuel López Obrador, quien será candidato presidencial de Morena, va arriba en las encuestas y tiende a recoger los votos de quienes no se sienten representados por los otros partidos. Lanzar a uno o más candidatos “independientes”, ahí donde la inconformidad sea mayor, permitirá diluir el voto opositor, detener a AMLO y garantizar el triunfo de los de siempre, con partido o sin él.
Otro peligro de las candidaturas independientes es que sus campañas se basen en la fobia hacia los políticos y la política, como si los aspirantes sin partido no fueran también políticos con ambiciones semejantes a las de quienes militan en algún membrete. Habrá que cuidarse de esa forma chapucera de vender la mercancía independentista.