Escenario 1.- Éxito. Estados Unidos. “El Departamento de Justicia y las autoridades federales bancarias ayudarán a despejar el camino para que las instituciones financieras puedan realizar operaciones en el sector legal de la mariguana”, decía el Wall Street Journal hace unos días, y esto significa que el cultivo, cosecha, preparación y venta de la mariguana es un hecho; como ejemplo, The Economist informa que una empresa, Founders Fund, con un capital de 2 mil millones de dólares, ha resuelto invertir en este rubro.
Se estima que el negocio de la cannabis crecerá anualmente de 4 mil 500 a 6 mil millones de dólares en Estados Unidos, ya que cada día hay más estados que autorizan el comercio y uso de la mariguana.
Escenario 2.- Lucha. Francia. Este país tiene, según estimaciones, 700 mil consumidores regulares de cannabis y cada día hay más presión para que se despenalice la mariguana, dado que ya desde hace unos años se permite su uso medicinal; Géraldine Guilpain, presidenta de Jóvenes Radicales de Izquierda, y varios senadores de la República, en particular Béchir Bouderbala, señalan en L’ Observateur, en un artículo firmado por Jean-François Hauteville, que es imposible cerrar los ojos a lo que sucede a su alrededor: España, los Países Bajos, el Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y 23 estados de la Unión Americana tienen total libertad para cultivo, compra y venta, mientras Francia sigue silenciosa al respecto.
Los franceses señalan tres ventajas de un modelo abierto de cultivo y consumo de cannabis: a) económico, porque se disminuirán los costos inútiles de la represión, castigo, cárcel y demás, y por su comercio el gobierno tendrá ingresos por impuestos; b) sanitario, porque esos dineros permitirán que se realicen políticas de prevención y esto será saludable, y c) social, mejorará la seguridad, ya que los traficantes, “gangrena de la República”, disminuirán.
Escenario 3.- Fracaso. México. No le necesito decir, estimado lector, el fracaso que representan los cientos de miles de millones tirados en una lucha inútil contra la cannabis, ni de los miles de muertos en esas luchas, sicarios y soldados, civiles y militares, ni de las miles de familias destrozadas por esa estúpida prohibición. México es un ejemplo palmario de lo que no se debe hacer y de cómo la falta de autoridad moral para plantear políticas públicas sanas permite que se sigan matando soldados y sicarios, que se sigan apresando mozalbetes con unos cuantos carrujos de mariguana, que se siga extorsionando a las familias por tener un consumidor de mariguana.
Ya se ha discutido hasta el cansancio el papel de la mariguana, la inocuidad de su uso que fue señalada desde los años 30 por médicos y maestros de la Facultad de Medicina de la UNAM, pero, además, en los últimos años se ha despertado un gran interés porque algunos de los compuestos llamados cannabinoides que contiene la mariguana tienen capacidades para inhibir el crecimiento de las células cancerosas; en más de 50 artículos científicos publicados, resumidos en varias publicaciones del NIH y del Instituto Nacional de Cancerología se señalan algunos hallazgos: “los cannabinoides pueden inhibir el crecimiento de tumores en ratones, por muerte celular, bloqueo del crecimiento y desarrollo de los vasos sanguíneos necesarios para que crezca el tumor (…) los cannabinoides pueden proteger contra la inflamación del colon y pueden tener potencial para reducir el riesgo de cáncer del colon”.
Por supuesto que no creo que éste sea el mejor argumento para despenalizar la mariguana, los estudios están aún en pañales, pero México debe reflexionar y preguntarse: ¿cuántos muertos más, cuántos soldados más, cuántas familias más víctimas de una política absurda?, ¿cuántos millones de pesos más tirados a la basura?
Porque mientras la revista Newsweek presenta en su portada una hermosa hoja de mariguana, y anuncia la llegada de una “cultura amiga de la mariguana” (Pot Friendly Culture), aquí seguimos en las mismas, sin hacer nada para solucionar el problema.
Como dicen los franceses: despenalizar la droga disminuirá los costos de perseguir a los traficantes, su comercio puede generar ingresos para el gobierno, que podrán servir para establecer políticas de educación y prevención y, finalmente, disminuirán —que no acabarán— la inseguridad y la violencia.
Usted, estimado lector, ¿qué opina?, ¿qué escenario quiere para el país, el 1, el 2 o el nuestro?
Fuente: Excélsior.
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