Desde algún lugar del mundo Marcelo Ebrard se dice perseguido político del peñismo y no pocos dan por buena tal justificación, y la perifonean, urbi et orbi, sin reparar en los datos duros ni los claros indicios de corrupción del fugado ex alto funcionario. El más evidente, la apropiación, mediante terceros, de una casona patrimonio de la ciudad que él gobernó y usó como plataforma de sus aspiraciones político-electorales.
Si el ex jefe de gobierno capitalino es culpable o no de tal despojo, eso deberán determinarlo los tribunales. Pero, a juzgar por la información pública disponible hasta ahora, la pretendida persecución —supuesta represalia por sospechas de soplonaje y filtración de datos sobre la corrupción reinante en la cúpula del gobierno federal— se antoja una patraña.
La Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda ya ha tomado medidas relacionadas con la tortuosa enajenación de la casa de Orizaba 46, en la cual están involucrados el ex jefe de gobierno, su ex esposa Mariagna Prats, su hermano Enrique, su amigo Sergio Fuentes y otros allegados. Visto por encima, el caso no deja dudas sobre una intrincada e irregular transferencia de propietarios.
De comprobarse anomalías en los traspasos de posesión del valioso inmueble donde mora Ebrard por una renta de 80 mil pesos mensuales, la ley deberá aplicarse sin miramientos y aun con agravantes, tratándose de un político y ex servidor público que ha hecho de la honestidad un recurrente —aunque al parecer sólo retórico— timbre de orgullo y del combate a la corrupción una rentable bandera electoral.
¿Cuál persecución política puede aducirse, además, en ese otro escándalo del que Ebrard es personaje central, la peligrosamente defectuosa Línea 12 del Metro, cuyo costo original se elevó a la estratósfera y el aplicado a la corrección de fallas de plano se fue al infinito, y para colmo un asunto destapado no por adversarios sino por correligionarios del ex gobernante capitalino.
¡Basta ya de que en nuestro medio los conceptos guerra sucia y persecución política estén convertidos en los más socorridos y eficaces conjuros para burlar la ley! Son legión los políticos y funcionarios acusados, de manera abierta y en muchos casos documentada, de haber amasado regias fortunas desde el poder público o los puestos de elección, cuyas trapacerías ganan impunidad con la sola invocación de tales ensalmos.
No hay modo de darle verosimilitud a las justificaciones del virtualmente evadido ex jefe de gobierno. Sin embargo, debe reconocerse que la pasmosa inacción de la justicia ante decenas de otros casos de fraudes, peculados, malversaciones y aún abierto robo de bienes y dineros públicos, en una administración dizque comprometida a combatir de raíz la corrupción, obliga a preguntar por qué sólo Ebrard y los suyos.
Secretarios de Estado, diputados, senadores, gobernadores, alcaldes, y candidatos a toda suerte de cargos públicos han conformado, por lo menos en la última década, una pestilente hornada de depredadores del erario nacional, traficantes de influencias, comisionistas irregulares o francos extorsionadores desde el poder, frente a los cuales la justicia aparece con un parche en el ojo, mirando en una sola dirección… hacia el foco donde se halla el ex jefe de gobierno capitalino.
De entrada la presente administración dio muestra de determinación para tratar de moralizar y depurar la vida pública, con el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, el cual, con el paso de los meses, acabó convertido en excepcional y por lo mismo injusto.
¿Por qué razón la dirigente de maestros se halla confinada mientras pasean muy orondos su impunidad los señalados de graves delitos en la construcción de la Estela de Luz, la venta de permisos a dueños de casinos o la ordeña a Pemex desde su mismísima área jurídica; es decir, Salvador Vega Casillas, Roberto Gil Zuarth o César Nava, por sólo mencionar tres casos en el tupido matorral de la inmoralidad consentida por Felipe Calderón y Vicente Fox?
El caso Ebrard tiene que ser resuelto de modo creíble para los ciudadanos, mas para ello la tuerta justicia debe prender, aunque sea al tanteo, al menos algunos de los incontables personajes, de todos los partidos, cuya catadura quedó al desnudo a lo largo del proceso electoral todavía en curso, exhibidos por sus contrincantes como políticos rapaces en busca de poder y fuero para proseguir su carrera, más cercana a la delincuencia que a la función pública.
De otro modo cobraría validez, y en una de esas resonará con fuerza en instancias internacionales de justicia, la queja del ex gobernante que alega persecución política, cuando todos los datos disponibles apuntan a la apropiación, sin miramientos, de un inmueble patrimonio de todos los capitalinos.
Y asimismo se comprobaría el lamentable retroceso en muchos aspectos negativos de la vida pública que se creían superados para siempre.
Circunstancia frente a la cual, por ejemplo, deberán revisar su criterio quienes abogan por la eliminación del fuero constitucional —ese que Ebrard buscó con afán pero sin éxito— con la inocente suposición de que los tiempos de las represalias en contra de políticos infidentes o desafectos quedaron inexorablemente en el pasado.
aureramo@cronica.com.mx
Fuente: Crónica.
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