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El sistema nacional de evaluación docente
Noticia publicada a
las 05:22 am 29/05/15
Por: ALBERTO PERALTA MERINO.
El artículo 3° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece en su fracción IX la existencia del Sistema Nacional de Evaluación Educativa, el cual , según habría quedado determinado mediante la expedición respectiva de la reforma de fecha 26 de febrero del año 2013, ha de correr a cargo de un organismo público autónomo,
encargado de evaluar a los docentes del país a fin de determinar su “ingreso, promoción, reconocimiento y permanencia en el servicio profesional”.
Resulta digo de destacarse, que el propósito de la reforma constitucional en cuestión, según lo manifiesta al respecto el texto mismo que ha sido entronizado en los preceptos de nuestra “Carta Magna”, habría estribado fundamentalmente en garantizar por parte del estado “la calidad en la educación obligatoria … con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos”.
El 17 de agosto del 2012, meses antes de haberse promulgado y publicado la reforma constitucional de marras, en el Diario Oficial de la Federación se habría dado cuenta de la expedición del ACUERDO de la Secretaría de Educación Pública número 648, por el que “se establecen normas generales para la evaluación, acreditación, promoción y certificación en la educación básica”, mismas que, al decir del entonces titular de la Secretaría de Educación Pública José Ángel Córdova Villalobos eliminaba la reprobación hasta el tercer grado de primaria.
José Vasconcelos habría escrito sobra las implicaciones profundas que, en nuestra cultura, tiene el sentido del “pecado original”, edificando asimismo el sistema de educación pública que hoy está en proceso de ser desmantelado a partir de la concepción católica del mundo que nutría en el fondo de su conciencia, tanto su formación filosófica , como su sentido de la pedagogía.
En los días que corren , por lo demás, el escritor Diego Enrique Osorno describe las “maquinarias de guerra” que nos asolan, en sus entrañas más profundas, amorfas y carentes de coherencia y límites, acudiendo para ello a la nación de “necropolítica” esbozada por el pensador africano Archile Mbembe, quién por lo demás muestra en contrapartida cuál es el camino hacia lo que él denomina la “biopolítica” :
“El control del cuerpo que impone por igual la disciplina militar y la escuela están inspiradas en la misma lógica que la prisión y los psiquiátricos: los primeros- milicia y escuela- cumplen una función preventiva; el segundo-la prisión- una función terapéutica y el último-el manicomio- se destina para los casos sin remedio. Se trata de tres caras del mismo fenómeno: ortopedia institucional para el cuerpo social”.
Los actuales programas educativos erigidos sobre la absurda base de que el niño en etapa formativa debe estar exento de elementos coercitivos que lo induzcan al estudio y sobre todo a la formación, no sólo no contribuirá a mejorar “ la calidad en la educación obligatoria … con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos”; sino que, al ignorar la “ortopedia institucional para el cuerpo social”, aflora en la escalofriante realidad que se viviera recientemente en Chihuahua con el asesinato del niño Christopher Márquez a manos de sus compañeritos de “juegos infantiles”; “Si Dios no existe y con él el principio de autoridad, entonces todo está permitido, incluso matar al padre” , dijera Fiódor Dostoievski en Los Hermanos Karamasov.
Entronizar a nivel constitucionalidad la precariedad en el estabilidad laboral de los trabajadores de la educación , al unísono de que se les resta todo elemento de coacción disciplinario sobre los alumnos, no se constituyen en elementos tendientes a elevar “ la calidad en la educación obligatoria … con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos”; objetivo que , dicho sea de paso, se obtiene evaluando a los alumnos , no a los docentes, sino que, para colmo de todos los males, contribuirá a impedir el restablecimiento del tejido social que hoy se erige en urgencia nacional, ante el alto grado de descomposición social que padecemos.