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El Grito de Maximiliano
Noticia publicada a
las 02:58 am 17/09/14
Por: Guadalupe Loaeza.
El 16 de septiembre de 1864, Maximiliano llegó a Dolores Hidalgo para celebrar el aniversario de la Independencia. Visitó con emoción la casa de don Miguel Hidalgo y su pequeño jardín. El emperador de México dio el Grito a las once de la noche, frente a una multitud que no dejaba de vociferar "¡vivas!" a la patria.
Maximiliano estaba sumamente conmovido de ver cómo vibraban los mexicanos al mismo tiempo que agitaban sus banderitas imperiales. Nunca había visto tantas mujeres envueltas en su rebozo, tantos niños con silbatos y trompetitas y tantos "sombrerudos" juntos aclamando a los héroes de la Independencia. Por su parte el pueblo no salía de su asombro de ver a ese príncipe alto y rubio, vestido de frac negro y corbata blanca, con las condecoraciones de Guadalupe, la roseta de la Legión de Honor y el Toisón de Oro, convertido en un patriota dispuesto a envolverse en la bandera mexicana.
Según el emperador la fiestas de Dolores fueron "¡magníficas!", pues en ellas "privaron el orden y el entusiasmo, hubo misa, Te Deum y comida de setenta cubiertos". Asistieron "siete veteranos de los que acompañaron en su lucha a Miguel Hidalgo y Costilla". El monarca dio su discurso desde la ventana del despacho del cura Hidalgo: "Mexicanos: Más de medio siglo tempestuoso ha transcurrido desde que en esta humilde casa, del pecho de un humilde anciano, resonó la gran palabra de Independencia, que retumbó como un trueno del uno al otro océano por toda la extensión del Anáhuac, y ante la cual quedaron aniquilados la esclavitud y el despotismo de centenares de años. Esta palabra, que brilló en medio de la noche como un relámpago, despertó a toda la Nación de un sueño ilimitado a la libertad y a la emancipación; pero todo lo grande y todo lo que está destinado a ser duradero se hace con dificultad y a costa de tiempo".
Fue tanto su asombro y su emoción, que quiso compartirlo con Carlota en una carta (Guanajuato, 20 de septiembre de 1864):
"Ángel bienamado:
"Desde ayer estoy en el bello y simpático Guanajuato, donde el entusiasmo de la población ha superado al de cualquier otra parte. Todo salió perfecto en Dolores, hacia la hora del grito leí desde el balcón mi discurso, que tú ya conoces, con voz fuerte y muy lentamente. El entusiasmo fue indescriptible, todos vociferaban, las tropas, el pueblo, los señores de mi comitiva, etcétera, etcétera.
"Después, acompañados por música y antorchas, regresamos a mi alojamiento; con el tacto propio de los mexicanos, se reunieron todos bajo mi ventana y prorrumpieron en enormes cheers (vivas). El 16 tuvimos misa y Te Deum en la bella y grande iglesia, a la que me presenté de gran uniforme. A las tres hubo una comida para 70 personas, en la que pronuncié el brindis a la independencia y a sus héroes. El 17 de este mes hicimos una cabalgata de 10 horas por la hermosa Sierra de Guanajuato, por un camino de mulas muy peligroso y terriblemente malo. El paisaje es del todo como el de los Alpes y Apeninos, con bellos bosques, cascadas y rocas. La vista de Guanajuato y El Bajío desde lo alto de la sierra es completamente italiana. La ciudad es muy bella y característica, con hermosos palacios e iglesias, la población limpia, fresca y libre, entregada por completo al progreso y al trabajo. Las instituciones públicas son aquí extraordinarias, como en Italia. Vivo en un palacio magnífico con todo lujo y confort europeos con la amable y liberal familia Rocha. Deberé permanecer aquí un tiempo bastante largo, pues hay mucho que hacer y cambiar muchas cosas en la administración; lo más probable es que tenga que sustituir a todos los funcionarios. Tengo mucha curiosidad por las descripciones del 16 de este mes en México.
"Ahora debo terminar a toda prisa a fin de vestirme para una gran cena con damas invitadas. Abrazándote con profundo amor, quedo. Tu siempre fiel Max".
En la Ciudad de México, Carlota se empeñaba en celebrar la Fiesta Nacional con gran pompa. Pidió que todas las entradas a los teatros fueran gratuitas y que se celebraran fiestas populares en las calles. Se aseguraba que asistieran a estos festejos todos los soldados franceses. Para ellos, la emperatriz también mandó montar obras de teatro en francés como parte de las celebraciones.
El 16 de septiembre de ese mismo año, los refugiados republicanos mexicanos se reunieron en Nueva York para celebrar las fiestas patrias. Alrededor de una misma mesa, celebraron Matías Romero, Manuel Doblado, el general Ogazón, José Baz y Francisco Alatorre. Benito Juárez iba camino a Chihuahua.