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Las nuevas alfabetizaciones
Noticia publicada a
las 02:35 am 01/09/14
Por: ANEL GUADALUPE MONTERO DÍAZ.
@Anelin00
Algo está pasando en el mundo que demuestra que la figura del profesor de carne y hueso al frente de un salón de varilla y concreto pinta para ser objeto de museo
Mientras en México se continúa promoviendo la alfabetización a partir de un concepto obsoleto que considera el aprendizaje de la lectura y la escritura más como un estereotipo político que como una verdadera herramienta de empoderamiento ciudadano,
en otra partes del mundo ya se piensa en nuevas formas de alfabetización y por ende, de trabajar y afrontar un problema tan viejo como la humanidad: la ignorancia.
Y es que “enseñar a leer y escribir” no es lo mismo que “aprender a leer y escribir”, porque la diferencia no estriba solamente en la interacción sujeto-objeto, la didáctica o la moda pedagógica del sexenio, por más que el discurso oficial asuma que unir letras y símbolos - o sea, decodificar- es leer y que escribir es un proceso aparte que tiene más que ver con ser capaz de tomar dictado, que con pronunciar la propia voz a través de la palabra hablada y escrita.
Colin Lankshear y Michele Knobel[1] sostienen que hace 30 años, “analfabeto” era alguien que “no sabía leer y escribir”, pero hoy el término se aplica también a quien es incapaz de incorporar las nuevas tecnologías a su vida diaria, comenzando por el uso –no sólo recreativo, sino funcional- de la computadora, el celular y las tabletas.
Es decir, usted está “alfabetizado” cuando whatsapp deja de ser “una novedad” y se convierte en una útil y productiva herramienta de comunicación que usted utiliza como parte de las múltiples aplicaciones del celular.
La cuestión no deja de ser impresionante, si consideramos que la tecnología que utilizó la NASA hace 45 años para llevar al Apolo 11 a la luna[2], está muy por debajo de la que contiene el smartphone más sencillo que podemos comprar usted o yo, estimado lector.
Por eso, por el tamaño del avance tecnológico en tan poco tiempo, el impacto que esto ha tenido en el mundo laboral ha sido casi imperceptible hasta que la crisis económica ha detonado la necesidad de trabajar “en lo que sea” de parte de aquellos que estudiaron carreras donde el uso de la tecnología todavía se veía lejano.
A esos casos me referí cuando escribí “Hay que cerrar las escuelas”.
Y es que todos sabemos de casos de amigos o conocidos que terminaron su carrera hace 15 o 20 años, se casaron o se dedicaron a otra cosa y hoy pretenden incorporarse a la vida laboral ejerciendo sus conocimientos en el campo de trabajo de su competencia, descubriendo justamente que ya no son competentes, porque un plano arquitectónico que dibujaban en un día o dos, una computadora lo realiza en dos horas, con inigualable calidad, precisión y diseño.
¿Y qué decir de los contadores que aprendieron a realizar balances y auditorías “a mano”? o de los diseñadores gráficos que desconocen las posibilidades de un programa de computación que hace lucir 10 veces más tu trabajo en menos de la mitad del tiempo invertido en un restirador.
Abre los ojos, profesor
He escuchado boquiabierta a líderes sindicales hablar de que la docencia es “terreno seguro”, de que “nuestra profesión siempre hará falta” y que “la computadora nunca sustituirá al libro”, pero lo lamentable no son las declaraciones de estos ignorantes lidercillos, sino la credibilidad de la que gozan en el gremio magisterial.
La docencia es una de las profesiones que menos impacto ha tenido –aparentemente- con el uso de las nuevas alfabetizaciones, pero es evidente que algo está pasando en el mundo que demuestra más allá de toda duda que la figura del profesor de carne y hueso al frente de un salón de varilla y concreto pinta para ser objeto de museo.
Baste ver las investigaciones de Sugata Mitra en India, para darse cuenta de que el investigador busca que los niños aprenden a pesar de sus circunstancias económicas, políticas y sociales…y también a pesar del maestro.
La propuesta de Mitra busca “equilibrar el campo de juego” donde “niños ricos” y “niños pobres” tengan la misma posibilidad de aprender a través de la tecnología, que es la única condición que establece su plan de trabajo. Eso y la supervisión de las Cibernanas, que son abuelitas –señoras jubiladas que regalan su trabajo con amor y paciencia- y supervisan los avances de los niños en todo el globo.
Y es cuestión de revisar el discurso oficial, colega maestro
Si el énfasis hoy, se encuentra en el aprendizaje, no así en la enseñanza, entonces ¿cuál es la diferencia que existe entre una computadora –más interactiva, más atenta, menos “regañona”- y un profesor de carne y hueso? Trabucles.