Claudia Guerrero Martínez
"ENTRE LO
UTÓPICO Y LO VERDADERO"
Gilberto Nieto Aguilar
"LIBERTAD
Y EDUCACIÓN"
Martín Quitano Martínez
"ENTRE
COLUMNAS"
Evaristo Morales Huertas
"VERACRUZ
EN LA MIRA"
Luis Hernández Montalvo
"MAESTRO
Y ARTICULISTA"
César Musalem Jop
"DESDE
LAS GALIAS"
Ángeles Trigos
"AIDÓS
Q DíKE"
La mujer es lo más bello de la vida, cuidemos de ellas...
Papá Chucho
Noticia publicada a
las 03:36 am 22/07/14
Por: Roberto Zamarripa.
De Mamá Rosa a Papá Chucho.
El operativo policiaco militar en el albergue de La Gran Familia levantó el enorme tapete de hipocresía y vergüenza con el que la sociedad y gobiernos han querido ocultar el abandono de la niñez marginada.
El albergue intervenido tiene historia. Su promotora, la señora Rosa Verduzco,
por décadas recogió niños de la calle y recibió otros tantos que la conservadora sociedad zamorana no aceptaba, como los niños no deseados por las hijas de familias pudientes y que eran rechazados en el seno de la hipocresía. Los gobiernos michoacanos y de los vecinos de la región vieron en La Gran Familia al crisol de los desamparos. Así llegaban, también, niños de Jalisco o Guanajuato, hijos de migrantes, de familias destrozadas, hijos de nadie.
Pero en la última década la orfandad cambió de signo. Los padres no eran migrantes que siempre dejaron sembrada la esperanza del retorno. Ahora simplemente llegaban hijos de sicarios o de víctimas. Huérfanos de guerra y literalmente hijos de La Tuta.
Hacia allá pateaban a los huérfanos de las desgracias y de los aniquilamientos. Los actos de contrición iban envueltos en cajas de comida o en pacas de ropa o colchonetas.
El albergue zamorano estaba tejido de absurdas complicidades. Padres, notarios, jueces, tíos, abuelos, alcaldes, primeras damas, gobernadores, entre todos consentían la cesión de potestades para entregarla a quien pudiera con el paquete de controlar, como fuera, al niño descarriado. A la casa de la música o la educación básica le acompañaban los castigos, las reprimendas, las agresiones, los abusos sexuales. Un nudo de contradicciones, a la imagen y semejanza de una sociedad incapaz de darle su lugar de privilegio a la niñez.
Una carta de intelectuales levantó la alerta sobre el operativo desproporcionado. La señora Verduzco quedó libre de cargos. El grupo de abusadores será castigado.
Pero no hay, por ahora, ni una reflexión de cómo construir una alternativa diferente para los niños excluidos.
De Mamá Rosa a Papá Chucho. ¿A quién darle la tutela de los niños abandonados? ¿A los albergues privados sin regulación o al Ministerio Público? ¿Qué requieren esos niños: acta de nacimiento, reconocimiento social o averiguación previa, condena pública?
¿A dónde van los niños "rescatados" del albergue? ¿A las escuelas que maltrató la Tía Elba? ¿O a que el Tío Rafael en Puebla les zumbe sus balas de goma para que no aprendan a protestar? ¿Los quieren llevar con jerarcas religiosos que, en México, han sido incapaces de pedir perdón y han evadido la justicia por sus abusos de pederastia y corrupción?
¿Conoce el DIF cuántos niños y en cuántos albergues sobreviven? En 2011 se levantó un censo según el cual 18 mil 533 menores habitaban 633 centros asistenciales en 30 entidades del país. De esos centros 93 eran privados y 540 públicos y atendían más niñas que niños. Pero el dato de Michoacán asombra: en 14 albergues privados había 275 muchachos, apenas la mitad de los que habitaban en el albergue de Mamá Rosa a la hora de la intervención de Papá Chucho.
O en tres años el albergue de la señora Verduzco duplicó sus habitantes o las cuentas del DIF no correspondían a la realidad.
El Estado renunció hace mucho a otorgar garantías básicas a la niñez. El crisol de Mamá Rosa es la vasija de oprobio en el país. Los niños no votan, por eso los políticos y tomadores de decisiones los botan. El trato policiaco y militar a un hondo problema social únicamente agrava la circunstancia de exclusión y de desprecio a la niñez.
Ya que las autoridades se asomaron a una partecita del país que no reconocían, quizás sea hora de aprovechar el azoro para diseñar una estrategia de protección a los infantes, que no sea guiada por la policía o el Ejército.
(Por cierto, ¿acudirá Papá Chucho a pedirle cuentas al gobernador de Puebla, al lacerante Tío Rafa, por el asesinato del niño José Luis Alberto Tlehuatle? Ahí sí que se necesita la intervención del Ministerio Público).